Santo Padre, siga adelante por esa vía - Alfa y Omega

Ayer se cumplían 65 años de la ordenación sacerdotal de Joseph Ratzinger y con ese motivo se celebró en el Vaticano una sencilla fiesta de familia en la que el abrazo entre Benedicto y Francisco se convirtió en mensaje elocuente para la Iglesia y para el mundo. Para la ocasión se ha publicado en cinco lenguas (en español la edición corresponde a la BAC) un libro que recoge una selección de los escritos de Joseph Ratzinger sobre el sacerdocio.

En el Prefacio de este libro, titulado Enseñar y aprender el amor de Dios, Francisco escribe que su predecesor encarna ejemplarmente el corazón de toda acción sacerdotal: «encarna esa constante relación con el Señor Jesús sin la cual nada es ya verdadero, todo se convierte en rutina, los sacerdotes en asalariados, los obispos en burócratas y la Iglesia deja de ser la Iglesia de Cristo y se convierte en un producto nuestro, en una ONG». Ayer, con su presencia, el Papa quiso rendir homenaje sobre todo al creyente, al hombre que con toda su vida ha querido comunicar una sola cosa: que amar a Dios y creer en Él es lo único que nos permite mirar hacia el futuro sin miedo ni nostalgia. Era el reconocimiento de toda la Iglesia al testigo que ha compuesto su inmensa sinfonía teológica «de rodillas».

Esta celebración nos ha permitido escuchar de nuevo la voz de Benedicto tras su retiro. Una voz debilitada por el peso de los años, pero con ese registro de dulzura tan suyo. Y como siempre, su palabra ha sido aguda y precisa, reconociendo que la vida entera consiste en la gratitud fundamental al Señor, y que unidos a su amor (manifestado efectivamente en la cruz) podemos ayudar a transformar el mundo para que sea «un mundo no de muerte, sino de vida, un mundo en que el amor ha vencido a la muerte». Pero además Benedicto ha aprovechado esta preciosa ocasión para mostrar su amistad de corazón y concordancia sustancial con el pontificado de Francisco, al que deseó que «pueda seguir adelante con todos nosotros por este camino de la Misericordia Divina, mostrando el camino de Jesús, a Jesús, a Dios».

Cuando regresaba de su reciente viaje a Armenia, el Papa Francisco se refirió a su predecesor como «el hombre que me cuida las espaldas y los hombros con su oración». Por su parte Benedicto, al agradecer ayer a Francisco su bondad hacia él, dijo que esa bondad «es el lugar donde habito, en el que me siento protegido». El que tenga oídos, que oiga.

José Luis Restán / Páginas Digital