¿Por qué triunfan las películas de superhéroes? - Alfa y Omega

¿Por qué triunfan las películas de superhéroes?

El contundente éxito de taquilla de Los vengadores confirma que el público juvenil está deseoso de este tipo de historias épicas, y que no se trata sólo del buen resultado de un marketing invasivo, sino de una empatía real con las propuestas de este tipo de películas

Juan Orellana
Escena de la película 'Los vengadores'
Escena de la película Los vengadores.

Los vengadores apostaba fuerte: reunía en una misma película a los superhéroes de la Marvel que, individualmente, ya habían arrastrado al público joven a las salas en los últimos años. Si sumamos la recaudación de las películas precedentes (Iron Man —2008—; El increíble Hulk —2008—; Iron Man 2 —2010—; Thor —2011—; y Capitán América —2011—) hablamos de unos ingresos de unos dos mil millones de euros. Y eso dejando fuera a los otros superhéroes cinematográficos de la Marvel del nuevo milenio, como Blade; X-Men; Spider-man; El castigador…, y a los personajes de la factoría de cómics DC, como Batman; Superman; Catwoman… En fin, indudablemente estamos ante un fenómeno cultural popular, y por supuesto económico, que no puede pasar desapercibido.

¿Qué tienen las películas de superhéroes que atraen tanto a los jóvenes —y a los no tan jóvenes—? ¿Se debe únicamente a su carácter espectacular, a sus impactantes escenas de acción y efectos especiales? ¿O es que quizá los superhéroes suponen algo más relevante y menos efímero que un mero videojuego gigante? Hay un hecho novedoso que sugiere que, efectivamente, hay una razón más profunda de su éxito: los superhéroes han invadido otros estilos de película, incluso han contagiado al cine de autor, como es el caso de Chronicle (Josh Trank, 2012), o Superbrother (Birger Larsen, 2009), y en cierto modo Verbo (Eduardo Chapero, 2011), tres cintas de indudable contenido —y estética— social y dramático…, pero con superhéroes.

Parece claro que, aunque muchos de estos personajes ya eran populares hace 40 años, e incluso algunos contaban ya con películas (Superman, Batman…), nada tiene que ver ni el espectador, ni la cultura, ni el contexto de entonces con los de ahora. El adolescente actual crece en una sociedad huérfana de referentes ideales, incluso la simbólica figura paterna ha sido erosionada hasta diluirse casi por completo. Los padres visten como adolescentes, con la misma indumentaria mochilera de sus hijos, y los hijos conocen a sus novias a la vez que a las novias de sus padres. Nuestro mundo ya no ofrece a los jóvenes figuras ideales a las que mirar, con las que medirse, a las que seguir… Al menos no el mundo real, porque el fantástico, el del cine, los videojuegos y los cómics, ofrece unos modelos ideales sustitutivos a los que los adolescentes se entregan con pasión.

Pero estas figuras paternas sustitutorias desprenden tantas luces como sombras. Por un lado, luchan contra el mal y ponen en riesgo sus vidas para salvar al género humano. Incluso, en Los vengadores, son capaces de superar sus inercias individualistas, y en algún caso narcisistas —como Iron Man—, para trabajar en equipo, codo con codo, por un bien mayor. En ese sentido, estos superhéroes son hombres normales y corrientes, con sus defectos y mezquindades, pero que, en cierto momento, se ven empujados a una misión noble, que de alguna manera les redime de sus errores. Una misión, siempre benéfica para los demás, para la gente, y que determina su conducta con un impulso ideal. Éste es el aspecto positivo de los superhéroes: personajes que se salen de la espiral narcisista de nuestra cultura para sacrificar su vida, si hace falta, por salvar a los demás.

Orfandad de referentes ideales

Sin embargo, estas figuras sustitutorias del ideal también ofrecen sombras. Precisamente lo que les hace héroes es aquello que no es humano, sus superpoderes. Unos superpoderes en los que, lejos de subrayarse su carácter de don recibido de lo alto, en la mayoría de los casos no tiene más referencias que un inmanentismo de carácter más bien científico o materialista. Ni siquiera son elegidos por un ser superior —un dios, o Dios— para su misión. En Los vengadores, son reclutados por el director de S. H. I. E. L. D., Nick Furia. Obviamente, no es lo mismo. La consecuencia es que no hay una dimensión vocacional del superhéroe, como sí la hay, por ejemplo, en los héroes de M. Night Shyamalan. Dicho de otra forma: los superhéroes, en última instancia, remiten a sí mismos, no rinden cuentas más que a su conciencia individual. Que no es poco. Pero no es suficiente.

Hay un último factor importante: dado que lo que convierte a esos ciudadanos (Steve Rogers, Tony Stark, Dr. Banner…) en superhéroes (Capitán América, Iron Man, Hulk…) es algo fantástico, imposible, peliculero…, una vez que el adolescente abandona la sala de cine, su orfandad de referentes ideales es mayor si cabe que cuando entró. No hay nada en la vida cotidiana que permita emular o seguir la senda que proponen los superhéroes. Por ello, reivindicamos de nuevo el concepto de héroe de Shyamalan (El sexto sentido, El protegido, Señales, La joven del agua, El bosque, El incidente…), héroes, algunos con poderes extraordinarios, pero que siempre están marcados por un sentido vocacional: su meta no es hacer grandes cosas buenas y deslumbrantes, sino descubrir el significado profundo de su vida, su lugar en el mundo, incluso el sentido de sus defectos, dolor y debilidades. Es decir, los héroes de las películas de Shyamalan proponen caminos que sí son transitables para el espectador; los superhéroes sólo pueden ser seguidos en la imaginación.

No se entienda este artículo como un rechazo del cine de superhéroes, que no lo es, sino como una breve reflexión antropológica sobre sus aciertos y sus límites.