Por españoles - Alfa y Omega

Las Cortes españolas rindieron, el pasado día 27, su tercer homenaje anual a las víctimas del terrorismo, del terrorismo etarra e islamista. El único diario de Madrid que se hizo eco del acto lo calificó de deslucido. No sólo faltaron los diputados de Amaiur, sino algunas de las principales asociaciones de víctimas invitadas.

Homenaje deslucido en forma y contenido. Apenas diez minutos de discurso leído por el presidente del Congreso, el ritual minuto de silencio, que a muchos se les hace eterno, y el aplauso, más o menos caluroso, a las víctimas allí presentes y asistentes. Todo, en poco más de un cuarto de hora.

El susodicho presidente llamó a todos los partidos a renovar «la condena radical y sin paliativos de cualquier acto terrorista o de exaltación del terrorismo», y a rechazar «todo intento de equiparación moral o política entre las víctimas y sus verdugos». En esta archimanida frase, bien poco original por tanto, el adjetivo radical se emplea, por una vez, en el recto sentido etimológico. Condena, pues, de raíz, bien fundamentada. Pero lo de sin paliativos es otra de esas expresiones muertas, traídas y llevadas por todos, que en este momento hacen enrojecer de vergüenza. ¿Queda alguien por ahí que utilice paliativos, fuera de los autores de los crímenes, a la hora de condenarlos?

En cuanto a la exaltación del terrorismo, no hay que buscarla muy lejos. Todos los que llaman presos políticos a los presos etarras, autores de crímenes y estragos, los están exaltando, y están equiparando moral y políticamente las víctimas y los verdugos, como hicieron los diputados de Amaiur en su peculiar homenaje a todas las víctimas en San Sebastián. ¿Qué digo equiparando? En muchas de sus acciones, las víctimas de ETA siguen siendo, al menos, españoles culpables de lesa Euskal Herria; y sus verdugos, lo mejor de su pueblo, sus hijos predilectos, su vanguardia moral, sus héroes.

Y esto es lo que no parece saber el Presidente del Congreso y algunos de sus imitadores autonómicos. «El terrorismo —dijo en su alocución— es un ataque frontal a los valores esenciales que presiden nuestra convivencia y que los españoles hemos erigido en pilares básicos, como la paz, la libertad y la democracia».

¿ETA asesinó a sus víctimas porque eran pacíficos, demócratas y amantes de la libertad? No, y mil veces no. Que todo crimen sea un atentado directo a la paz, la libertad y la democracia, ya lo sabemos hace siglos. Pero eso no basta. ETA los asesinó, hirió, extorsionó o desterró por españoles: porque servían a España, porque eran de partidos españoles, porque eran un obstáculo a la independencia de Euskadi, o porque se negaban a colaborar en ese proyecto independentista. Por eso, y no por ser seres humanos, hombres libres o representantes del pueblo.

¡Y, ahora, muchos políticos españoles no se atreven a decirlo!