¿Luchar contra el separatismo o consolidar los principios republicanos? - Alfa y Omega

A principios de octubre, en un discurso pronunciado en un suburbio de clase trabajadora con una fuerte presencia musulmana, el presidente de la República francesa, Emmanuel Macron, anunció su deseo de luchar contra el «separatismo islamista». «El islamismo radical es el meollo del asunto: abordémoslo y pongámosle nombre», había lanzado desde el Ayuntamiento de Les Mureaux. «Es un proyecto político-religioso consciente, teorizado, que se materializa en repetidas discrepancias con los valores de la República, que a menudo resulta en la creación de una contrasociedad y cuyas manifestaciones son el abandono escolar y el desarrollo de prácticas deportivas, culturales y comunitarias que sirven de pretexto para la enseñanza de principios que no se ajustan a las leyes de la República».

Unas semanas después, el tono ya había cambiado. El texto elaborado por el Gobierno y sometido al Parlamento desde noviembre se titula sobriamente Proyecto de Ley que Consolida los Principios Republicanos. Después de considerarlo, el término separatismo se ha eliminado. Y sin embargo, a las 40 prohibiciones u obligaciones ya previstas, se han añadido medidas contra el odio en línea tras la decapitación de un profesor de Historia y Geografía que había mostrado a sus alumnos caricaturas del profeta del Islam.

El proyecto general sigue siendo el mismo: prevenir y sancionar «lo que atenta contra la cohesión nacional y la fraternidad […] y desobedece los requisitos mínimos de la vida en sociedad». Pero, por razones sin duda tanto políticas como legales, no hace referencia específica a ningún culto –un término reservado para las religiones en la ley francesa–. Resultado: se refiere a todos.

Esta ambigüedad no ha dejado de mostrarse en los debates del Parlamento, para deleite de la extrema derecha. Al examinar las disposiciones del texto y discutir posibles enmiendas, los parlamentarios y senadores han seguido hablando sobre el islam –por ejemplo, en lo que respecta a las donaciones financieras del extranjero–. Pero a veces, preocupados por el igualitarismo, algunos se han ido a buscar fuera, recordando que «¡los obispos son nombrados por el Papa y el nuncio que, por lo general, no son franceses!».

Es cierto que, desde las famosas guerras de religión, la desconfianza hacia la religión está profundamente arraigada entre una gran parte de los franceses. Pero los católicos creían que finalmente se había encontrado algún tipo de modus vivendi. Y es este modus vivendi minuciosamente elaborado lo que está sacudiendo la irrupción del islam. ¡Ahora todos los creyentes se sienten sospechosos y más incluso cuanto más practicantes son!

Preocupados, los representantes de las iglesias católica, protestante y ortodoxa han cuestionado repetidamente al Gobierno por lo que consideran ataques a las libertades fundamentales: la libertad de culto, la libertad de asociación, la libertad de educación (incluida la educación en el hogar) o incluso la libertad de opinión. Los obispos reconocen que algunas de las propuestas del proyecto de ley son interesantes y están justificadas, pero están preocupados por posibles desviaciones, por ejemplo, con el poder otorgado a los prefectos sobre las asociaciones religiosas.

Incluso los expertos en laicidad consideran que este texto atestigua un cambio real en las relaciones entre las iglesias y el Estado en Francia. Ejemplo de ello es que se pretenda que todas las asociaciones deportivas, culturales y educativas que reciben subvenciones públicas firmen un contrato republicano. A partir de ahora, el laicismo ya no es un principio de separación y, por ende, de libertad, sino un instrumento de control de las conductas y creencias religiosas, en nombre de los valores que define el Estado.

Es antiguo el debate entre una visión asimilacionista y una visión multicultural de la sociedad. Este proyecto de ley muestra que, en Francia, los atentados de la década de los 2000 han cambiado la situación. Pero, contrariamente a lo que cabría esperar o desear, no encontramos en este proyecto de ley ninguna medida a favor de la enseñanza del hecho religioso en la escuela o –como en Alemania – de la creación de facultades de teología islámica en la universidad. Durante el examen del texto, los parlamentarios franceses han dado la sensación de estar inermes ante un sentimiento religioso que muchos ya no comprenden, que sienten que se les escapa y al que ya no saben reaccionar más que con prohibiciones. Como si fueran niños haciendo una presa en un torrente de montaña…

RELACIONADO