«La esperanza prevalece contra la oscuridad» - Alfa y Omega

«La esperanza prevalece contra la oscuridad»

El Papa Francisco mantuvo, el lunes pasado, un conmovedor encuentro con seis víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes. Fue un gesto impresionante para reparar esos pecados y para que delitos así nunca más vuelvan a repetirse

Jesús Colina. Roma
El Papa celebra Misa en la capilla de la Casa de Santa Marta, del Vaticano

«Ante Dios y su pueblo expreso mi dolor por los pecados y crímenes graves de abusos sexuales cometidos por el clero contra ustedes y humildemente pido perdón». Son palabras fuertes, pronunciadas por el Papa el 7 de julio en la capilla de la residencia de Santa Marta, donde diariamente celebra la Misa. Le escuchaban tres hombres y tres mujeres procedentes (dos por cada país) de Gran Bretaña, Alemania e Irlanda, vidas que han quedado rasgadas por abusos de clérigos en tierna edad. Después de la Eucaristía, según hemos podido saber, el Papa se reunió en encuentros privados con cada uno de ellos. Se tomó todo el tiempo necesario. En total, unas tres horas. Cada uno estaba acompañado por un familiar o por una persona de confianza que ayudaba con la traducción.

El encuentro tuvo lugar en un ambiente de profundo respeto, motivo por el cual no participaron los medios de comunicación. Quienes estuvieron presentes nos relatan que fue un momento «muy intenso y conmovedor».

Con delicadeza, no se ha querido revelar la identidad de las víctimas, pero fuentes que participaron en la organización del encuentro explican que tenían entre 30 y 50 años.

Aunque el Papa pronuncia su homilía diaria durante la misa en italiano, en esta ocasión habló en español, para asegurarse de que sus sentimientos eran comprendidos fielmente. Comenzó confesando: «Me viene hoy al corazón en la mirada de ustedes, de tantos hombres y mujeres, niños y niñas, la mirada de Jesús y pido la gracia de su llorar. La gracia de que la Iglesia llore y repare por sus hijos e hijas que han traicionado su misión, que han abusado de personas inocentes».

El Papa era consciente de que, al haber invitado a estas personas al Vaticano, les estaba pidiendo un esfuerzo importante, pues suponía recordar terribles traumas del pasado. Por ello les dio las gracias.

Prosiguió dejando espacio a las confidencias: «Desde hace tiempo, siento en el corazón el profundo dolor, sufrimiento, tanto tiempo oculto, tanto tiempo disimulado con una complicidad que no, no tiene explicación, hasta que alguien sintió que Jesús miraba, y otro lo mismo y otro lo mismo…, y se animaron a sostener esa mirada».

Lágrimas de un Papa

«Y esos pocos que comenzaron a llorar nos contagiaron la consciencia de este crimen y grave pecado. Ésta es mi angustia y el dolor por el hecho de que algunos sacerdotes y obispos hayan violado la inocencia de menores y su propia vocación sacerdotal al abusar sexualmente de ellos. Es algo más que actos reprobables. Es como un culto sacrílego, porque esos chicos y esas chicas le fueron confiados al carisma sacerdotal para llevarlos a Dios, y ellos los sacrificaron al ídolo de su concupiscencia».

Esos crímenes, denunció, «profanan la imagen misma de Dios a cuya imagen hemos sido creados. La infancia, sabemos todos, es un tesoro. El corazón joven, tan abierto de esperanza, contempla los misterios del amor de Dios y se muestra dispuesto de una forma única a ser alimentado en la fe. Hoy, el corazón de la Iglesia mira los ojos de Jesús en esos niños y niñas y quiere llorar. Pide la gracia de llorar ante los execrables actos de abuso perpetrados contra menores. Actos que han dejado cicatrices para toda la vida».

El Papa Francisco continuó constatando que esas heridas «son fuente de profunda y, a menudo, implacable angustia emocional y espiritual. Incluso de desesperación. Muchos de los que han sufrido esta experiencia han buscado paliativos por el camino de la adicción. Otros han experimentado trastornos en las relaciones con padres, cónyuges e hijos. El sufrimiento de las familias ha sido especialmente grave, ya que el daño provocado por el abuso afecta a estas relaciones vitales de la familia».

«Algunos han sufrido incluso la terrible tragedia del suicido de un ser querido -dijo, en referencias a las consecuencias de algunos casos de abusos-. Las muertes de estos hijos tan amados de Dios pesan en el corazón y en la conciencia mía y de toda la Iglesia. Para estas familias ofrezco mis sentimientos de amor y de dolor. Jesús torturado e interrogado con la pasión del odio es llevado a otro lugar, y mira. Mira a uno de los suyos, el que lo negó, y lo hace llorar. Pedimos esa gracia junto a la de la reparación».

«Los pecados de abuso sexual contra menores por parte del clero -añadió- tienen un efecto virulento en la fe y en la esperanza en Dios. Algunos se han aferrado a la fe, mientras que en otros la traición y el abandono han erosionado su fe en Dios».

El milagro de la esperanza

Pero el Papa quiso también que la participación de las víctimas en esa Misa hable «del milagro de la esperanza que prevalece contra la más profunda oscuridad. Sin duda, es un signo de la misericordia de Dios el que hoy tengamos esta oportunidad de encontrarnos, adorar a Dios, mirarnos a los ojos y buscar la gracia de la reconciliación».

Peter Saunders (derecha), una de las personas que se encontró con el Papa, con miembros de su asociación de víctimas

«También les pido perdón por los pecados de omisión por parte de líderes de la Iglesia que no han respondido adecuadamente a las denuncias de abuso presentadas por familiares y por aquellos que fueron víctimas del abuso, esto lleva todavía a un sufrimiento adicional a quienes habían sido abusados y puso en peligro a otros menores que estaban en situación de riesgo». Por otro lado, Francisco reconoció «la valentía que ustedes y otros han mostrado al exponer la verdad. Fue un servicio de amor al habernos traído luz sobre una terrible oscuridad en la vida de la Iglesia».

«No hay lugar en el ministerio de la Iglesia para aquellos que cometen estos abusos, y me comprometo a no tolerar el daño infligido a un menor por parte de nadie, independientemente de su estado clerical», afirmó, retomando palabras de Juan Pablo II. «Todos los obispos deben ejercer sus oficios de pastores con sumo cuidado para salvaguardar la protección de menores y rendirán cuentas de esta responsabilidad. Para todos nosotros tiene vigencia el consejo que Jesús da a los que dan escándalos: la piedra de molino y el mar», dijo, en referencia a las palabras de Jesús en Mateo (18, 6).

Nunca más

El Papa aseguró su compromiso para que este tipo de delitos no se cometa nunca más en la Iglesia. Para ello, explicó, cuenta con el compromiso de los miembros de la Pontificia Comisión para la Protección de Menores, que él mismo ha creado.

Un día antes, había tenido lugar en el Vaticano la reunión de esta Comisión, coordinada por el arzobispo de Boston, el cardenal O’Malley. Entre sus miembros se encuentra la irlandesa Marie Collins, víctima de abusos.

«Pido esta ayuda para que me ayuden a asegurar de que disponemos de las mejores políticas y procedimientos en la Iglesia universal para la protección de menores y para la capacitación de personal de la Iglesia en la implementación de dichas políticas y procedimientos -explicó Francisco-. Hemos de hacer todo lo que sea posible para asegurar que tales pecados no vuelvan a ocurrir en la Iglesia. Ustedes y todos aquellos que sufrieron abusos por parte del clero son amados por Dios. Rezo para que los restos de la oscuridad que les tocó sean sanados por el abrazo del Niño Jesús, y que al daño hecho a ustedes le suceda una fe y alegría restaurada».

«Y por favor -concluyó-, recen por mí para que los ojos de mi corazón siempre vean claramente el camino del amor misericordioso, y que Dios me conceda la valentía de seguir ese camino por el bien de los menores. Jesús sale de un juicio injusto, de un interrogatorio cruel y mira a los ojos de Pedro, y Pedro llora. Nosotros pedimos que nos mire, que nos dejemos mirar, que lloremos, y que nos dé la gracia de la vergüenza para que, como Pedro, cuarenta días después podamos responderle: Tú sabes que te amamos, y escuchar su voz: Vuelve por tu camino y apacienta a mis ovejas. Y añado: Y no permitas que ningún lobo se meta en el rebaño».

Testigo presencial

Entre los presentes, se encontraba el inglés Peter Saunders, que entre los 8 y 13 años sufrió abusos sexuales por parte de un miembro de su familia, un maestro y dos sacerdotes en su escuela. Hoy Saunders, de 57 años, dirige la Asociación Nacional de Personas Víctimas de Abusos en la Infancia, con sede en Londres.

Tras su encuentro con el Papa, Saunders declaró que ha sido «una experiencia que cambia la vida», y ha constatado la firmeza con la que el Papa Francisco está imponiendo la tolerancia cero ante este tipo de abusos.

Y Saunders revela que había mantenido un encuentro con el Papa, la noche anterior, en el comedor de Santa Marta, al final de la cena. El Papa se le acercó para estrecharle la mano, y el inglés deseó que Argentina gane el Mundial. Al Pontífice -dice- le brillaron los ojos.

Tras la Misa, añade, «me ofreció algo que el Primer Ministro y todos los demás ministros del Estado del Reino Unido nunca me han ofrecido. Tuve la posibilidad de mantener con él una discusión, sin límites, sin intermediarios. Sólo él y yo… y el intérprete, pues yo no hablo español y él no se las apaña bien con el inglés. Fue un momento que te cambia la vida».

Saunders espera que la homilía que el Papa pronuncio sea leída en todas las parroquias del mundo. «Sé que tocaría los corazones de muchas personas, que a su vez ayudarán a tocar otros corazones y podrían recibir la inspiración de regresar a la Iglesia».