Hablar bien cuesta mucho - Alfa y Omega

En España todo está mal. O nada está bien, si se quiere algo más suave. Lo digo, claro, con unas puntas de exageración irónica para que se me entienda lo que quiero decir, y no al pie de la letra. Aquí hubo, hace muchos años, después de muchas otras guerras civiles, la última guerra civil. Pero para muchos todavía es como si fuera de ayer. Antes hubo una segunda República, y en esa República y en la guerra que fue su apéndice, la mitad de los españoles se enfrentaron con la otra mitad. Y en ésas estamos todavía, jugando con fuego político y social a vencedores y vencidos. Por eso, para unos, todo lo que dicen y hacen los otros sigue siendo malo y hasta malísimo, y para los otros nada de lo que dicen y hacen los unos puede ser bueno y menos buenísimo.

Pero, además, muchos se sienten nacionalistas y hasta independentistas de una nación (dentro de lo que llaman Estado español), regionalistas de una región, localistas de un lugar, patriotas de algo cercano o personal; y, por principio, descuidan, menosprecian, cuando no aborrecen, todo lo bueno que se hace… en España.

Si a esto añadimos las aversiones, a veces tribales, entre los seguidores de un partido político u otro, de uno u otro sindicato, credo religioso o filosófico, gusto gastronómico, artístico o deportivo…, y la habitual costumbre de muchos de hablar de todo y de todos mal, menos de ellos mismos, el posible número de los que siempre hablan mal o de los que nunca hablan bien de lo que pasa… en España sube muchos grados. Excluyo de este panorama y hasta elogio, como es justo, los juicios negativos, entre otros positivos, de quienes con toda razón tienen un cívico espíritu crítico y juzgan la obra de los gobernantes y de todos los poderes públicos, según su leal saber y entender.

Así que, entre unas cosas y otras, es raro oír y ver hablar o escribir bien a alguien sobre lo que pasa… en España. Es raro no encontrar, en cualquier momento, en comidas familiares, en corros de amigos, tertulias cotidianas o reuniones de vecinos a elementos que arremetan contra alguien o algo, que no pongan como chupa de dómine a éste o aquél, que no muestren sus caninos sarcásticos, o dejen destilar alguna babilla de amargura, o escupan algún gramo de ferocidad. E igual de raro que alguien salga en defensa de alguien o de algo, o que elogie llanamente algún buen servicio, algún positivo proyecto, alguna espléndida realidad… en España.

Cuántas veces lo que en otras naciones o países próximos se valora, se aprecia, aquí se desprecia, se rechaza: autopistas, embalses, regadíos, canales, museos, trenes de alta velocidad, estadios, impuestos, tasas, recortes, austeridades. Cuántas veces no elogiamos lo que aquí hacemos hasta verlo elogiado fuera de aquí.

¡Y pensar que hablar bien sobre lo bueno, y mal sobre lo malo, es el meollo de lo que llamamos civilización!