Cartas a la redacción - Alfa y Omega

Las cartas dirigidas a esta sección deberán ir firmadas y con el nº del DNI, y tener una extensión máxima de 10 líneas. Alfa y Omega se reserva el derecho de resumir y editar su contenido.

El belén nos cura de la superficialidad navideña

La Navidad se acerca. Las luces, el arreglo de los escaparates de los comercios y la música que llena las calles son los pregoneros de este gran acontecimiento que ilumina cada año el último tramo de diciembre.

Pero, en medio de tanto celofán y ruido, puede quedar oculto, escondido, el misterio de estas fiestas. O peor, nos pueden estar clonando la Navidad. Por fuera parece Navidad, pero el núcleo ya no es la celebración de un Niño que nace en Belén, sino sólo felicitaciones protocolarias, abundantes comidas sin sentido, bailes para despedir y acoger años viejos y nuevos, pero sin descubrir la trascendencia del paso del tiempo.

Pero cada año hay un antídoto a esta enfermedad que intenta trivializar la Navidad. La vacuna se llama belén. Si sabemos contemplarlo, nos recuerda que la Navidad es Dios que, naciendo de una mujer, se hace uno de nosotros, y vive en familia. Nos muestra a un Dios que se hace pequeño, recién nacido, débil y necesitado de protección.

El belén nos recuerda que Dios, por amor, ha querido estar tan cerca de nosotros que, durante nueve meses, se ha ido formando, tomando carne, en el seno de la Virgen. Y ha nacido pobre en un pesebre y se ha puesto al alcance de nuestra mano.

El belén que colocamos en nuestros hogares es una llamada a convertir nuestra familia en un belén viviente. María y José serán aquellos que más se entregan al servicio de los demás, aquellos que se desviven para que todos se sientan bien, queridos y valorados. Los pastores serán aquellos que buscan siempre motivos para dar esperanza a los demás. Los Reyes serán aquellos que saben regalar sin esperar nada… El Niño será el más débil de la familia: el recién nacido, el anciano, el enfermo, el abatido, el que no tiene trabajo… Que el belén que ponemos en casa caliente nuestro corazón para poder amar con un amor sin límites. Y así el brillo de nuestra mirada y la alegría de nuestras buenas obras serán la auténtica Estrella de Oriente que introduzca la Navidad en nuestra ciudad.

Vicente Martínez Martínez
Vicario episcopal de Elche

Mirando hacia Belén

Es lógico que, en esta época del año, el mundo cristiano vuelva sus ojos hacia Belén, la ciudad en la que Cristo vino al mundo. Y es lógico también que, durante estos días, recordemos el sitio en el que tuvo lugar tan grandioso acontecimiento: la basílica de la Natividad, que he visitado hace unas semanas durante un viaje a Tierra Santa.

Aún conservo en mi retina la maravillosa visión de los mosaicos originales del suelo, mandados colocar por santa Elena. También conservo la grandiosa visión del interior de la basílica. ¿Y cómo no recordar la Gruta de la Natividad? Bajo un altar, clavada sobre el suelo, está la Estrella de Plata, señalando el sitio exacto en el que Cristo nació.

Sería de desear que todos los cristianos del mundo acudiésemos a Belén por lo menos una vez en la vida. Pero si no fuera posible realizar este viaje, hemos de procurar realizarlo de un modo espiritual. En Navidad es el momento ideal para dirigir nuestra mirada y nuestros pensamientos hacia la Gruta de Belén. Quizá haciéndolo así consigamos salir de nosotros mismos, salir de nuestras preocupaciones diarias, para encaminarnos al encuentro del Niño Dios.

Manuel Ángel Puga
Internet

Homilías sacerdotales

En Alfa y Omega del 6 de diciembre, aparece una carta de Max Ebstein en la que se refiere a la falta de atención en la preparación de las homilías sacerdotales, y pide que se tenga en cuenta este asunto, que es para los fieles alimento espiritual para la semana. Yo debo decir que conozco dos notables ejemplos de buen hacer. Uno aquí en Sevilla, en una parroquia de barrio, y por parte de un sacerdote de mediana edad, que siempre que le oigo, me resulta corto, pues sabe resumir muy bien el mensaje; y cuando se lo digo, me responde: Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Con él, tengo meditación para toda la semana.

El otro caso es en Sanlúcar de Barrameda, un sacerdote joven, que ha conseguido llenar, hasta los topes, una parroquia a la que antes apenas iban cuatro personas. Su método es la claridad, e incluso pregunta sobre ello a niños y mayores, con una simpatía total. Está claro que prepara muy bien sus charlas, y se da por entero a sus parroquianos en un estilo de catequesis. Pienso que por aquí está el camino para la renovación que se pretende.

Charo Zarazaga del Castillo-Luna
Sevilla

Positivismo y relativismo: La crisis

Una sociedad relativista moralmente y positivista a marcha martillo en lo jurídico, como la actual española, en la que el hombre reduce todas las grandezas creadas a su pequeña y menguante realidad, y en la que asume y usurpa insensatamente el infinito de Dios, ha sido visitada por doña crisis. Por aquella de la que políticos y amigos dicen que es como nuestra parienta olvidada de ultramar, que no se sabe, ni cómo ni por qué, ha aparecido de inusitada visita. Hay quien dice que la tal allegada no es más que el disfraz carnavalesco de un verdadero e inconmensurable desfalco legal, a cuyo sopor engordan unos despóticamente, los menos, mientras que otros, los más, son condenados impíamente a morir de desamor, bajo el cielo de muchos paladares mercenarios que cínicamente justifican el mal con un sinnúmero de razones espurias. Pero lo cierto es que, cuando el hombre se aleja de Dios -y la Historia con tozudez maña nos lo recuerda incesantemente- a la par que defrauda su irrenunciable dignidad, da rienda suelta a la irrupción de las variadas crisis, señoras enlutadas portadoras de condenas que ninguna teoría económica podría indultar, sino tan sólo el amor personal a la verdad, y el respeto a la ley natural. Es por esto que la actual crisis se superará sólo cuando a la persona se le deje de considerar como materia al servicio de un capital insaciable, y cuando, abajándonos todos ante la majestad del Creador, seamos elevados al traslucir su imagen, pues el hombre es hombre, según fue hecho, en la medida en que es fiel reflejo de Dios.

Galo Oria de Rueda
Internet