Cien días fascinantes - Alfa y Omega

Mañana se cumplen 100 días de la elección del Papa Francisco, pero la prensa ha adelantado los balances. «Francisco huele a Cristo y a Evangelio, a autenticidad», escribía, el domingo, José Francisco Serrano en ABC. En La Razón, José María Gil Tamayo ahondaba, el mismo domingo, en una idea similar: «Hace accesible con el lenguaje directo de la gente de la calle la frescura y profundidad del mensaje evangélico, a la par que invita a un compromiso mayor en la vida cristiana, a mostrar, en consecuencia, una Iglesia más abierta y acogedora, que sale de sí misma a la búsqueda de los alejados y necesitados en todas las periferias existenciales del mundo».

El lunes, La Croix dedicaba un número especial al Papa. Desde Roma, Fréderic Mounier habla de «la revolución dulce del Papa Francisco», que «ha impuesto un nuevo estilo al papado». Jorge Bergoglio «inició un cambio revolucionario y ya lo llaman el Che Bergoglio», titulaba el argentino Clarín. Le Figaro prefiere suavizar ese tipo de afirmaciones, dejándolas caer simplemente en forma de preguntas: «¿Va a reformar el papado? ¿Está en conflicto con la Curia? ¿Es un Papa de izquierdas? ¿Es una ruptura con Benedicto XVI?».

¿Hay en marcha una revolución, o sucede simplemente que el mundo está fascinado por un buen pastor, con dotes comunicativas excepcionales? John L. Allen concilia ambas tesis en su balance para el norteamericano National Catholic Reporter. «Para los estándares tradicionales», en estos 100 días apenas ha habido novedades en el Vaticano, salvo la creación de una Comisión de cardenales, cuyo primer encuentro no se celebrará hasta octubre. «Sin embargo, a ras de tierra, hay una sensación palpable de que hay en marcha un movimiento sísmico. Francisco ha atraído a masas enormes», como si cada vez que el Papa estuviera en la Plaza de San Pedro se celebrara «la canonización de la Madre Teresa, o del Padre Pío», y «alrededor del mundo», se han experimentado picos «de asistencia a Misa y demanda de confesiones, atribuibles a un efecto Francisco». ¿Pero qué ha sucedido para que se desencadene esa reacción? «Quizá la clave para resolver este conflicto», afirma Allen, es que «Francisco está determinado a ejercer su labor de pastor, al menos tanto como la de primado» o la de jefe de la Iglesia, «así que el modelo correcto [de juicio] no es el que suele aplicarse a los jefes ejecutivos». El Papa representa «lo que los católicos tienden a pensar sobre un párroco. La cuestión fundamental para ellos no es cuáles son sus posturas sobre diversos asuntos, sino qué inspiran».

Juan Vicente Boo destaca, en ABC, diez rasgos suyos. El primero es la sencillez, su capacidad de acercarse al otro «de igual a igual». El segundo rasgo es el afecto. Este Papa «es un vendaval de cariño», como muestra cada miércoles, al recorrer la Plaza de San Pedro repartiendo besos, sonrisas y bendiciones. Y es humilde (3), pero a la vez fuerte (4): «lo que tiene que hacer, lo hace», afirma un antiguo colaborador suyo.

El quinto rasgo es la libertad: «Francisco es un hombre libre. No aspira a nada. No le importa lo que digan de él… No necesita nada. Nunca tuvo coche oficial ni secretarios».

Su estilo de gobierno se destaca por la colegialidad (6); escucha muchas opiniones, aunque después decide solo, asumiendo toda la responsabilidad. Y es un hombre de oración (7), que cada día se levanta a las 5, reza durante una hora y prepara su homilía para la Misa de las siete. A lo largo del día «acude muchas veces al sagrario», y «a última hora de la tarde, reza otra hora delante del Señor, y a veces me adormilo un poco por el cansancio. Pero Él me comprende. Me consuela pensar que él me mira. A veces pensamos que debemos pedir, hablar, hablar, hablar… ¡No! Déjate guiar por el Señor».

Hay en él gran profundidad (8), y un acentuado sentido de la misión (9). Y, por último, coherencia. Siempre ha dedicado muchas horas a las visitas de sacerdotes enfermos, a las catequesis, a las confesiones… «No pide nada que no haya hecho personalmente antes. Por eso puede exigir. Y exigirá», concluye Boo.

Diálogo, discernimiento y frontera

Que «vuestra mirada informativa sea amplia, objetiva, oportuna…». El Papa es, estos días, objeto de análisis por parte de la prensa, pero también él se ha referido a la función de los medios de comunicación. Lo hizo el sábado al recibir al equipo de ‘La Civiltà Cattolica’, revista de los jesuitas en Italia. Éste es un fragmento:

Vuestra tarea consiste en recoger y expresar las expectativas, los deseos, las alegrías y los dramas de nuestro tiempo, y ofrecer los elementos para una lectura de la realidad a la luz del Evangelio. Las grandes preguntas espirituales están hoy más vivas que nunca, pero necesitamos de alguien que las interprete y comprenda. Con inteligencia humilde y abierta buscad y encontrad a Dios en todas las cosas, como escribió san Ignacio. Dios está obrando en la vida de cada hombre y en la cultura: el Espíritu sopla donde quiere. Tratad de descubrir lo que Dios ha obrado y cómo continuará su obra. Un tesoro de los jesuitas es el discernimiento espiritual, que busca reconocer la presencia del Espíritu de Dios en la realidad humana y cultural, la semilla ya sembrada de su presencia en los acontecimientos, en la sensibilidad, en los deseos, en las tensiones profundas de los corazones y de los contextos sociales, culturales y espirituales. Me viene algo que decía Rahner: el jesuita es un especialista del discernimiento en el campo de Dios y también en el campo del diablo. No debéis temer en continuar el discernimiento para encontrar la verdad. Cuando leí estas observaciones de Rahner, me quedé muy impresionado.

Y para encontrar a Dios en todas las cosas, en todos los campos del saber, del arte, de la ciencia, de la vida política, social y económica, son necesarios estudios, sensibilidad, experiencia. Algunas de las cuestiones que tratáis pueden no tener relación explícita con las cristianas, pero son importantes para entender el modo como las personas se comprenden a sí mismas y al mundo que las rodea. Vuestra mirada informativa sea amplia, objetiva, oportuna. Es necesario también prestar una particular atención a la verdad, a la bondad y a la belleza de Dios, que deben considerarse siempre juntas, y que son preciosos aliados en la tarea de la defensa de la dignidad del hombre, en la construcción de una convivencia pacífica, y en la cuidadosa custodia de la creación. De esta atención nace el juicio sereno, sincero y fuerte acerca de los acontecimiento, iluminado por Cristo.