Hay un hecho que nos llena de alegría: el Papa Francisco ha firmado el Decreto por el que reconoce el martirio por odio a la fe de cinco sacerdotes de la diócesis de Ávila: se procederá a su solemne ceremonia de beatificación el domingo, 13 de octubre de 2013, en Tarragona, junto a otros cinco centenares de mártires de la Iglesia en España.
Pertenecemos a una Iglesia de mártires. El Papa Beato Juan Pablo II constató que, «al terminar el segundo milenio, la Iglesia ha vuelto a ser de nuevo Iglesia de mártires». En este mismo orden, la Conferencia Episcopal Española ha subrayado que «fueron muchos miles los que, por entonces, ofrecieron ese testimonio supremo de fidelidad. Ellos fueron firmes y valientes testigos de la fe, que nos estimulan con su ejemplo y nos ayudan con su intercesión».
El Papa Benedicto XVI, en octubre de 2011, al inaugurar el Año de la fe, nos decía que «es decisivo volver a recorrer la historia de la fe, que contempla el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y el pecado». En esta senda, el entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio, hoy Papa Francisco, añadió, en 2012, que «el estado de persecución es normal en la existencia cristiana, sólo que se viva con la humildad del servidor inútil y lejano de todo victimismo…».
Os aseguro que esta sangre no ha sido derramada en tierra estéril. «La beatificación en el Año de la fe es una ocasión de gracia, de bendición y de paz para la Iglesia y para toda la sociedad. Vemos a los mártires como modelos de fe y, por tanto, de amor y de perdón. Los mártires murieron perdonando. Por eso, son mártires de Cristo, que en la Cruz perdonó a sus perseguidores».
Al volver la mirada a los mártires que entregaron su vida por Cristo en la persecución religiosa española de 1936-1939, nuestra Iglesia se ensancha y contempla en el cielo a sus mejores hijos, se siente estimulada por su ejemplo y pide la intercesión de aquellos que, a los pies del Príncipe de los mártires, velan con solicitud por cada uno de nosotros. Damos gracias a Dios por ellos y por el feliz acontecimiento de la beatificación en el Año de la fe, que nos seduce.