Una falsa tolerancia
El sociólogo italiano don Massimo Introvigne recibió, la semana pasada, el I Premio a la Defensa de la Libertad Religiosa, concedido por Ayuda a la Iglesia Necesitada. En su conferencia sobre La defensa de los cristianos perseguidos en las instituciones europeas, el que fue representante de la OSCE para la lucha contra la intolerancia y la discriminación contra los cristianos señaló que, en 2010, 100.000 personas fueron asesinadas por su fe en Cristo. Este dato arroja la asombrosa cifra de un cristiano asesinado cada cinco minutos, pero Introvigne denunció que «muy pocos en Occidente desean nombrar a los asesinos, porque pueden hacer negocios con nosotros, vendernos petróleo, o quizás comprar nuestra deuda nacional».
Siguiendo el discurso del Papa Benedicto XVI al Cuerpo diplomático, del año pasado, el sociólogo italiano identificó cinco riesgos relacionados con la libertad religiosa. El primero lo constituye la «confusión sobre lo que precisamente es la libertad religiosa: hay una confusión muy común entre la libertad de religión y la libertad de profesar una fe. La última es una parte importante de la libertad religiosa, pero sólo una parte. La libertad religiosa debería incluir la libertad de predicar fuera de las iglesias, de convertir y convertirse sin temor a represalias, de publicar libros o revistas, de evangelizar por radio, televisión e Internet, de abrir escuelas y participar en conversaciones públicas y en política». Introvigne defendió que «la Iglesia no tiene más derechos que nadie de hablar en público de asuntos políticos controvertidos, pero también es cierto que no tiene menos derechos a hacerlo». El segundo riesgo relacionado con la libertad religiosa sería «el intento, por parte del ultra-fundamentalismo islámico, de realizar una limpieza religiosa que eliminaría a los cristianos».
El tercer riesgo lo constituyen las agresiones a cristianos por parte de fundamentalistas hindúes y budistas en general. Y una cuarta amenaza la constituyen «los regímenes comunistas, que hacen difícil la vida de las comunidades religiosas, a veces incluso peligrosa. Y citó a la comunidad católica de China y sus pastores, o los olvidados cristianos de Corea del Norte.
La cristianofobia de Occidente
Por último, el quinto riesgo que amenaza a los cristianos en el mundo se concentra particularmente en Occidente, con el fenómeno de la cristianofobia. Massimo Introvigne denunció que, «en naciones que otorgan gran importancia al pluralismo y la tolerancia, la religión está siendo marginada más y más. Hay una tendencia a considerar la religión como algo insignificante, o incluso desestabilizador, en la sociedad moderna. Y se intenta, prevenir que tenga cualquier influencia en la vida social». Alertó asimismo de que este proceso dé lugar a «incidentes, aparentemente menores, que puedan desencadenar un proceso de violencia». Y puso como ejemplo los ataques a iglesias en España y en Italia; o, siguiendo palabras del Papa, «el ataque que sufren las familias en ciertos países europeos que ordenan la participación obligatoria en cursos de educación sexual y cívica que supuestamente versan sobre una concepción neutral del ser humano y de la vida, pero que realmente reflejan una antropología opuesta a la fe y a la recta razón».
De este modo, identificó una secuencia clara en la cristianofobia occidental: «Primero está la intolerancia, un fenómeno cultural. Segundo, la discriminación, un proceso legal. Y tercero, los crímenes por odio». Para concienciar a la sociedad occidental, Introvigne ha sugerido la celebración de un Día de los mártires cristianos contemporáneos, que podría ser el 7 de mayo. Todo ello, para que la historia de estos hermanos nuestros «sea contada a nuestros hijos en Occidente y a aquellos que la ignoren; y que su memoria pase de generación en generación».
Doña Elena Otero-Novas, abogado del Estado en el Tribunal Supremo, participó en la II Jornada sobre Libertad religiosa en el mundo, con una conferencia en la que abordó los Fundamentos de la libertad religiosa. Señaló el papel y el reconocimiento del Estado, la persona y la sociedad, así como el reconocimiento constitucional de la libertad religiosa en las Constituciones de nuestro entorno. Señaló también que, «aunque la libertad religiosa en España y en las democracias occidentales está reconocida, lo que en nuestra cultura está, sin embargo, en entredicho es la dimensión pública de la libertad religiosa. Una extendida visión de signo laicista nos obliga a mantener una asepsia total en el espacio común. Se trata de silenciar toda referencia religiosa en la esfera política, e incluso en la pública, para no herir las convicciones de aquellos que no profesen la fe que se hace presente en el espacio público. De este modo, la interpretación laicista del principio de la neutralidad religiosa de los poderes públicos termina volviéndose en contra del porqué de ese deber de neutralidad, que no es sino el respeto al propio pluralismo religioso y filosófico de la sociedad. Y ello muestra una manifiesta confusión entre los planos del Estado y de la sociedad».