Una esperanza concreta - Alfa y Omega

Una esperanza concreta

A quienes huyen del hambre y la guerra –dice el Papa–, no basta con decirles «¡ánimo, paciencia!». Hacen falta gestos concretos

Alfa y Omega

Las diócesis españolas se han movilizado para acoger a refugiados, como pidió el Papa el domingo durante el rezo del Ángelus. La de Valencia pone a su disposición varias viviendas; Barcelona les ofrece parte del seminario menor; en Madrid, se ha constituido una Mesa por la hospitalidad para coordinar la respuesta de las instituciones y grupos de Iglesia… La reacción está siendo similar en otros países europeos.

Nada nuevo bajo el sol. Como ha recordado la Conferencia Episcopal, la Iglesia pidió hace dos años al Gobierno que le permitiera acoger a refugiados sirios, sin obtener respuesta. Muchas organizaciones sociales llevan tiempo denunciando la insensibilidad de las autoridades españolas y europeas ante la mayor crisis de refugiados que afronta el continente desde la II Guerra Mundial. En Ceuta y Melilla, por ejemplo, los solicitantes de asilo son sistemáticamente rechazados en la frontera o devueltos a Marruecos, sin siquiera preguntarles si huyen de la guerra o la persecución, como exige la Convención de Ginebra.

Pero algo ha empezado a cambiar, al menos a nivel mediático. Si el discurso dominante era hasta ahora el de quienes hablaban de «plaga de inmigrantes» (David Cameron) o de «verdadera amenaza para Europa» (Viktor Orban), el macabro hallazgo de 71 cadáveres en un camión en Austria o la imagen del pequeño Aylan ahogado en una playa turca han removido las conciencias.

De nada sirve lamentar ahora que haya habido que esperar a sacudidas emocionales de este calibre. Tampoco se trata –como ha escrito el arzobispo de Madrid– de «hacer carreras para ver quién es más solidario». Lo que sí es importante es aprovechar este momento de mayor sensibilidad para hacer pedagogía, y recordar también que hay muchas otras personas (inmigrantes o parados) pasándolo mal desde hace mucho tiempo ante la indiferencia general. La compasión debe también traducirse en compromisos concretos. Esta es una exhortación que el Papa dirigía especialmente el domingo a los creyentes: a «las decenas de miles de prófugos que huyen de la muerte por la guerra y el hambre», no basta con decirles «¡ánimo, paciencia!», sino que el Evangelio nos pide «darles una esperanza concreta».