El Papa Benedicto XVI ha hecho su propia valoración de su visita apostólica a Turquía, que ha calificado como una «inolvidable experiencia espiritual y pastoral, de la que espero que puedan brotar buenos frutos, para una cooperación cada vez más sincera entre todos los discípulos de Cristo, y un diálogo útil con los creyentes musulmanes». Dio las gracias a todos cuantos han hecho posible que su visita se desarrollara de manera «pacífica y fructífera», y, tras adelantar que hablará «más extensamente» de ella, reiteró lo que dijo al salir de Estambul: «Dejo una parte de mi corazón en Turquía». En las fotos, cuatro momentos del viaje: la firma de la Declaración conjunta con el Patriarca ortodoxo, el tradicional té turco, los jóvenes que, con sus gritos y aplausos, le obligaron a asomarse, en la noche, al balcón de la Nunciatura, y la foto entrañable de ese pequeño con las fotos de Pablo VI y Atenágoras abrazándose en El Fanar, como los dos pequeños hermanitos en abrazo fraterno. Un viaje de Adviento; un viaje de esperanza.


