Tiempo de esperanza - Alfa y Omega

En estos tiempos de crisis, en que nos movemos entre tantas inseguridades e incertidumbres, puede parecer una ingenuidad o un atrevimiento invitar a la esperanza. Sin embargo, es preciso renovar el camino de la esperanza, conscientes de que se trata de un camino que hay que recorrer con paciencia y esfuerzo, y no solos, sino en la compañía de los demás cristianos.

Como ha escrito el profesor Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant’Egidio, «los últimos diez años, después de los trágicos atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos primero, y posteriormente en ciudades europeas como Madrid y Londres, han sido un tiempo de temor. Pero, después del temor, hemos de entrar en el tiempo de la esperanza. Hemos de rehacer una cultura de la esperanza». La esperanza no se reduce a un clima de optimismo que se puede tener en un momento determinado y que nos puede abandonar en cualquier otro momento. La esperanza cristiana es una virtud teologal, un don de Dios, y por esto la esperanza -por muchas que sean las dificultades- es fuerte y constante.

Benedicto XVI, en la inauguración del reciente Sínodo de los Obispos, nos ha recordado que «la evangelización, en todo tiempo y lugar, tiene siempre como punto central y último a Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios, y el crucifijo es por excelencia el signo distintivo de quien anuncia el Evangelio: signo de amor y de paz, llamada a la conversión y a la reconciliación». El anuncio del Evangelio de la esperanza comporta el tránsito de una fe sostenida por las costumbres sociales a una fe más personal, más madura y más convencida.

La esperanza cristiana está fundamentada en Dios y, por eso, es segura, pero también es exigente, laboriosa y paciente. La esperanza es capaz de hacer emerger lo mejor que hay en nosotros. Uno de los servicios que los cristianos podemos hacer a nuestras sociedades, sacudidas por tantos miedos e inseguridades, es ser promotores de una verdadera cultura de la esperanza. Se trata de un servicio especialmente necesario en las actuales circunstancias y muy oportuno en el tiempo de Adviento que comenzamos.