Testigos de la fe, en la plaza pública de la Historia - Alfa y Omega

Testigos de la fe, en la plaza pública de la Historia

En entrevista a Javier Alonso Sandoica, para COPE, nuestro cardenal arzobispo, don Antonio María Rouco Varela, ha manifestado, esta semana:

Javier Alonso Sandoica
En la audiencia especial que, el pasado 2 de abril, Benedicto XVI concedió, en el Aula Pablo VI, a los peregrinos madrileños.

¿Podría resumir lo que fue el encuentro con el Papa, el Lunes Santo, en la jornada de acción de gracias por la JMJ, en el que un nutrido grupo de la archidiócesis de Madrid fue recibido en audiencia especial?
Fue un encuentro de saludo nuestro, agradecido, al Santo Padre; un encuentro festivo, con la música de la orquesta y el coro de la JMJ, que terminó ofreciéndole al Papa una canción mariana, muy popular en toda Alemania, sobre todo en Baviera, y su respuesta fue jugosa, llena de recuerdo de la JMJ, pero señalando ya el camino del futuro. Habló a los jóvenes, de su responsabilidad de ser testigos del Señor, poniéndolos en la pista de la nueva evangelización; les dijo que hay que colocarse —es una frase muy hermosa— en la plaza pública de la Historia, para ser testigos de la fe; es una responsabilidad que atañe a cada uno de nosotros y a cada uno de ellos. Todos recibimos del Señor una vocación concreta para construir el reino de Dios, para ser testigos del Evangelio, para llevar a Cristo al hombre, y a esa vocación hay que responder. Y todos somos necesarios para realizar esa gran misión de llevar a Cristo al hombre, a Cristo vivo. Se trata de ser testigos del Señor resucitado, vivo; hay otro ser humano que está vivo, en la totalidad de cuerpo y alma: la Madre del Señor, por gracia especial recibida por ser Madre del Hijo de Dios; pero el protagonista principal del mundo, de la familia humana, que está vivo en cuerpo y alma, es el Señor, es Cristo; está con nosotros, vivo, salvándonos y ofreciendo su salvación al hombre. Todos somos necesarios para ser testigos de ese Cristo Jesús, el Crucificado y muerto por nosotros, y el Resucitado, y los hombres lo necesitan mucho, hoy como siempre; pero a veces piensa uno que hoy más que en otras épocas, sobre todo en los viejos países de raíces cristianas que lo han olvidado.

Y en esa plaza pública de la Historia, de que hablaba el Papa, quienes van a tener un protagonismo muy fuerte son los jóvenes, que ya se están preparando para la Misión Joven, que empieza en octubre.
Sí; estamos ya haciendo el proceso de reflexión, de consulta, de oración, en amplios sectores de la vida de la Iglesia diocesana, pero sobre todo entre el grupo de sacerdotes que dirigieron y coordinaron la acción de la diócesis y la acogida de los jóvenes del mundo en las distintas Vicarías, y no sólo ellos, sino todos los sacerdotes, por supuesto, y consagrados, consagradas y fieles laicos dedicados, sobre todo, a la tarea de educación y acompañamiento de los jóvenes. Vamos a dedicar, sobre todo un día muy señalado, el 12 de mayo, en el IFEMA, uno de sus grandes auditorios, para recoger, de forma muy compartida por representantes de movimientos juveniles de la Iglesia y sacerdotes y colaboradores suyos en la pastoral juvenil, el cuidado, atención y seguimiento pastoral de los jóvenes de las distintas parroquias —hay muchas parroquias en Madrid con grupos juveniles, muchos más y muchas más de lo que algunos piensan y de lo que bastantes dicen—; ese diálogo tendrá un contraste de iluminación teológica, por parte del rector de la Universidad Eclesiástica San Dámaso, estará precedido, también, de una intervención del arzobispo de Madrid y tendrá su momento culminante en la adoración eucarística, en la adoración al Señor. También tendrá su aspecto festivo; va a ser un paso importante en la preparación de esa Misión Madrid, y se dirige, de una manera muy especial e intensa, al segmento joven de la población de Madrid.

El 5, ordenaciones sacerdotales

Antes del 12, el 5 de mayo, ordenaré a 16 nuevos sacerdotes; dos de ellos, de diócesis de Uganda, se han formado en nuestro seminario, y allí se irán a servir a la Iglesia en su tierra. Hoy terminan los ejercicios de preparación para la ordenación, dirigidos por monseñor Martínez Camino. Van a ser, naturalmente, los que se integrarán en ese número tan considerable de jóvenes sacerdotes madrileños que están dando el alma para que Cristo llegue al corazón y al alma de los jóvenes madrileños. Lo han hecho hace mucho tiempo, en distintas etapas de nuestra historia pastoral reciente, en la Misión universitaria, en la Misión Joven, en el gran Jubileo del año 2000, en el Sínodo, y en las grandes peregrinaciones a Santiago de Compostela, en la participación en las grandes Jornadas Mundiales de la Juventud, desde París, pasando por Roma, Toronto, Colonia, Sídney, hasta llegar a Madrid. Han salido, digamos, más tocados por la llamada de Cristo de lo que ya estaban; a muchos les tocó el alma a fondo, por primera vez, hasta ese punto en que uno dice: «Debo cambiar la vida; si Cristo me llama y yo le digo que sí, tengo que cambiar la vida, toda la vida». Otros ya lo estaban y quieren ser testigos de la riqueza que supone ese , que es —por cierto, estamos hablando en el domingo de la Divina Misericordia— un lleno de un amor misericordioso. Es un amor no facilón, no sentimental, sino un amor que levanta al hombre, que lo pone al nivel del corazón de Cristo y, por tanto, al nivel del corazón de Dios.

Otros veintitantos van a ser diáconos, y, el próximo año, sacerdotes. Los jóvenes contarán también, seguro, con otras vocaciones que se han ido suscitando estos meses de religiosas, consagradas, de religiosos, consagrados; en fin, el fruto y la cosecha vocacional de la JMJ se va a notar, cada vez más, en los próximos meses y en el próximo curso.