Han pasado seis meses desde que el actual Gobierno empezó a actuar. De acuerdo con su oferta electoral, se ha dedicado a la economía no ya de modo preferente, sino exclusivo. Pero, justamente, en ese fundamental terreno las cosas parecen ir a peor cada día. Y esto, sin duda, contra la mejor voluntad, que doy por supuesta, y los denodados esfuerzos del Gobierno. Por otra parte, sería inmoral y estúpido tirar piedras contra el propio tejado sólo por animosidad contra los actuales responsables gubernamentales.
Pero es necesario preguntar si las ineficacias y los reveses económicos no se deben precisamente a esa obsesión por la economía sola. No es posible prescindir de todos los demás asuntos, pues la economía misma no podrá en absoluto enderezarse, si no se atienden y resuelven los problemas que plantean las mismas estructuras político-administrativas —en primer lugar, la general del inviable actual Estado de Autonomías—, o, por poner otro ejemplo clave, el presente estado de la Justicia.
En todo caso, además, la atención a la economía, por muy urgentes que sean los requerimientos de ésta, tampoco justifica el absoluto olvido de cuestiones en las que resultan necesarias decisiones inevitablemente asociadas a opciones de índole político-moral (por ejemplo, todas las que atañen a la dignidad de la vida humana en todas las fases de su existencia).
«¿Pero quiere usted —me dirá el agobiado gobernante— que en medio de esta dramática situación, echemos más leña al fuego y nos pongamos a reparar los daños causados por la ingeniería social normativamente efectuada por los Gobiernos socialistas? Eso de legislar de modo acorde con sus opciones ideológicas y según sus concretas ofertas electorales es un lujo que sólo puede permitirse la Izquierda…».
«¡Ah! —le contestaría— ¿Pero no creen ustedes, señores hoy gobernantes, que tal vez su descrédito y deterioro electoral les va a venir a chorros por el abandono absoluto de esas cuestiones? Porque verá: hay algunos asuntos de esa índole muy graves —como la actitud frente a los nacionalismos secesionistas y la actuación frente al terrorismo—, en relación con los cuales sus votantes no logran percibir el más ligero indicio de que su política sea y vaya a ser realmente distinta de la por ustedes antes denostada política ZP».
«¿Cómo embarcarnos en grandes reformas estructurales y supra-económicas que exigen tanta dedicación y tiempo cuando estamos con el agua al cuello? ¿Quiere usted que nos ahoguemos mientras nos ponemos a realizar una reforma constitucional?», me replica el bienintencionado y angustiado gobernante.
Sólo le diré: No hay economía posible que sea sólo economía. Ni siquiera en una granja orwelliana…