Proteger la vida, primer deber de todos - Alfa y Omega

Llevamos años en esta difícil situación económica que afecta a tantos miles (millones) de personas. Los gobernantes han tomado medidas duras, exigentes, que han considerado necesarias, inevitables, para ir remontando poco a poco, aunque algunas resulten antipopulares.

Una economía aceptable es, sin duda, necesaria para la subsistencia y el desarrollo de los pueblos. En general, lo comprendemos y nos apretamos el cinturón, aunque sólo sea porque no hay más remedio. Y a veces descubrimos que, efectivamente, se puede prescindir de algunos gastos que nos parecían necesarios y no lo son tanto… Y los que gobiernan, si son responsables, saben que algunas de las medidas que han de tomar son antipopulares, pero resultan inevitables para reflotar la nave y navegar de nuevo a un ritmo aceptable.

Pero esta decisión de afrontar con valentía la difícil situación no se ha puesto todavía en enderezar el rumbo de una deriva aún más primaria y esencial que la economía, que es sencillamente proteger la vida humana desde su concepción. Y, objetivamente, hay razones poderosas para hacerlo sin más dilaciones.

Aquí no se trata de conseguir los medios materiales para poder vivir, se trata de la vida misma, de dejar vivir al que ya ha venido a la existencia en el seno materno. Si es un deber grave de todos —y, particularmente, de los que gobiernan— proveer los medios necesarios para la vida, ¡más grave y necesario será aún respetar y proteger la vida misma!

Si la crisis económica afecta a muchos miles de personas, los que no hemos protegido y no han llegado a nacer superan esa cifra. Los que ahora pasan estrecheces, al menos, viven y pueden acabar saliendo de esa situación; los niños abortados en el seno materno ciertamente no tendrán esos problemas, ¡pero a qué precio…!

Así como hay muchos que no darán su confianza a los poderes públicos que no sean capaces de sacarles de la crisis económica en un tiempo razonable, habrá también sin duda muchos otros (coincidentes o no con los anteriores) que tampoco renovarán su confianza en los que no hayan sabido o no hayan querido legislar a favor de la protección de la vida desde la concepción, cambiando o derogando las leyes que sean precisas. Para un considerable número de personas, éste es un principio básico fundamental.

Por otra parte, si nosotros no queremos proteger la vida de nuestros hijos (concebidos no nacidos, sean deseados o no), ¿con qué derecho vamos a pedir que ellos (los que lleguen a nacer) respetarán la nuestra cuando ya no podamos ayudarles (por edad, enfermedad o falta de medios)?

¿Se puede decir que un pueblo es avanzado, civilizado, respetuoso de los derechos humanos, modelo de convivencia, si no respeta la vida de los más inocentes y necesitados de protección?