Empieza por ser persona humana, madura, que con frecuencia se olvida o no se tiene en cuenta. Dicen los sicólogos que, en general, sólo aprovechamos el 30 % de nuestras posibilidades. Y la mayoría de los conflictos de los grupos, colectivos, comunidades tienen su origen en la falta de madurez humana.
La nota que define a la persona madura de la inmadura es su capacidad alocéntrica o egocéntrica: Persona alocéntrica, símbolo, unas manos abiertas que se dan. Y egocéntrica, el ego metido en lo profundo de la espiral…
Analicemos algunas notas, características de la PERSONA HUMANA en trance de maduración.
Antes que educador, somos persona humana. Hay que empezar por eso.
«El hombre vale más por lo que es, que por lo que tiene».
Cuanto llevan a cabo los hombres para lograr más justicia, mayor fraternidad.
Y un más humano planteamiento de los problemas sociales, vale más que los progresos técnicos.
La persona se realiza en plenitud en las relaciones personales, personalizadas e interpersonales.
Toda persona, sana o enferma, necesita una relación humana, personal, personalizada, de persona a persona…
Hemos de ser personas adultas, maduras, capaces de contactos y relaciones interpersonales, de persona a persona y no solo de personaje a personaje. No podemos quedar a un nivel de relaciones profesionales, laborales, solo secundarios y no llegar al nivel de relación primaria, donde la persona se comunica con la otra persona…
La humanización no suprime nada ni rebaja la calidad técnica, científica, ni profesional.
Podemos traducir la humanización en personalización, es decir, tomar en cuenta a la persona. El mejor ejemplo nos lo da Jesús con la mujer adúltera: Nadie te condena yo tampoco. Eso es personalizar, tomar en cuenta a la persona.
Y se alarga en el acompañamiento. Acompañar significa ser solidario de una experiencia humana; caminar con ella, aceptando sus ritmos, no de forma pasiva, sino estimulante. Eso significa, servir, ser realmente su amigo, ayudarle en todas las áreas de su vida. Acompañar implica: tener tiempo para el otro, estar disponible, dedicarle el tiempo, estar abierto, pendiente del otro.
Acompañar es escuchar más que hablar, preguntar más que afirmar…; discreción, silencio, paciencia son virtudes de todo acompañamiento. Mucho más aquí… «PERDER EL TIEMPO».
Las relaciones personales, se alargan y multiplican en la familia, en el trabajo, en la Iglesia.
Aquí tiene mucho que hacer la toma de conciencia de la Comunidad de la Pertenencia y Referencia, que tiene que tener cada uno de sus miembros.
Verla como su familia, comunidad, su propia empresa… y cambia todo.
No es fácil, más bien costoso, trabajoso, pero POSIBLE. Ese es el reto y desafío.
Hay que tener utopía, creer en la utopía y sobre todo en la mística de lo que hacemos. Ser soñadores y quijotes. Dime lo que esperas y te diré lo que eres. En definitiva HUMANIZAR es dar respuestas adecuadas a todas las necesidades de la Comunidad y del alumno.