Premios que sanan heridas. Supieron perdonar, y vencieron
Hace apenas unas horas, el Observatorio Internacional Víctimas del Terrorismo, de la Universidad CEU San Pablo, entregó los premios La Puerta del Recuerdo a la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11M, a la Asociación norteamericana Tuesday’s Children y a Irene Villa por su «firme compromiso con la causa de las víctimas del terrorismo»
Paradojas del destino, ayer mismo, 17 de octubre, Irene Villa celebraba junto a su familia el 21 aniversario de su segunda vida. La primera se quedó a las puertas de la morgue preparada por ETA, a las 9 menos 5 de la mañana de aquel otro 17 de octubre. El segundo amanecer de Irene Villa comenzó a la hora en que los cafés aún humeaban en los hogares españoles. En cierta forma, todos los premiados ayer con los galardones Puerta del Recuerdo comparten amaneceres, porque nunca han permitido que en sus vidas se haga de noche. Y eso, a pesar de que el terror no tiene remedios, sólo consecuencias con nombres de padres, mujeres, hijos, hermanos y amigos. Nombres de todos los que precisamente ayer tendrían que haber estado aplaudiendo y nunca saldrán en la foto.
Irene Villa ha recibido el Premio Nacional Coraje Cívico por el ejemplo de «dignidad y fortaleza moral» que lleva ofreciendo a todo el mundo desde aquel 17 de octubre de 1991, en el que el cuerpo roto de una niña de 12 años luchó contra la muerte durante los tres interminables días que estuvo en coma. Aquella bomba lapa estaba programada por el odio, pero no contaba ni con la fuerza interior de Irene Villa ni con el poder del abrazo de una madre, María Jesús González, también mutilada cruelmente por aquellos valientes de ETA.
Veintiún años después, aún colea el fantasma de las operaciones en su cuerpo; la última, hace apenas cuatro semanas. Si aquel 17 de octubre Irene no se dejó ir sobre la camilla del hospital madrileño, fue porque sabía que su madre iba a llegar con un desfibrilador cargado de lucha por vivir. Si no se dejó ir, fue porque sabía que, años después, aparecería en su vida Juan Pablo, marido y ancla, y porque ayer mismo su hijo Carlos, desde sus 3 meses recién cumplidos, la iba a mirar sonriendo, mientras soplaba las velas de su 21 cumpleaños. En el fondo, si Irene no se dejó ir fue porque sabía que muchas otras víctimas la esperaban para encontrar palabras que curaran heridas. Aquella bomba lapa mutiló terriblemente dos cuerpos, pero ni Irene ni su madre permitieron nunca que el dolor les condujera al odio y a la desesperanza. Supieron perdonar y vencieron, porque no hay mayor venganza que no querer vengarse. Con su actitud negaron a los terroristas una segunda victoria.
El Observatorio Internacional de Víctimas del Terrorismo, de la Fundación Universitaria San Pablo CEU, se constituyó en el año 2004, con el objetivo fundamental de trabajar en pro de las víctimas del terrorismo de todo el mundo, al margen de su origen geográfico u ideológico, en respeto de su memoria y dignidad.
Los galardonados en esta cuarta edición han demostrado con creces la valentía que supone olvidar por unos momentos el propio dolor para iluminar, aliviar y reconducir el de los demás. Han confirmado que el reconocimiento es fácil de obtener, lo difícil es merecerlo.
La Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11M ha recibido el 4º Premio Nacional Memoria Dignidad y Justicia por su «incansable trabajo» en la búsqueda de «toda la verdad» sobre los atentados perpetrados en Madrid el 11 de marzo de 2004, una fecha empañada para siempre por el horror del terrorismo asesino.
Junto a ellos, la asociación norteamericana Tuesday’s Children ha sido galardonada con el IV Premio Internacional Coraje Cívico, en consideración a la ejemplar labor que vienen desarrollando desde hace años a favor de los niños que perdieron algún familiar en los atentados del 11S en Nueva York, otra fecha que nos dejó el alma helada y que muy a nuestro pesar permanecerá siempre anclada en el hangar de la memoria.
En lo que se refiere a Irene Villa, el observatorio apunta que «siempre ha trasladado a la sociedad un mensaje positivo y lleno de esperanza concienciando a los más desfavorecidos que se puede salir adelante con esfuerzo, dedicación y entrega». En cierta forma, Irene ha sido premiada por su lección de vida y por su empeño en que nadie se olvide de las víctimas del terrorismo pese a que ella nunca se ha sentido víctima.
Ayer, todas las víctimas y sus familiares estuvieron representadas en estos premios. Víctimas, todas ellas, por cierto, hacia las que nadie ha alegado razones humanitarias que les sequen las lágrimas por el hijo, marido o hermana al que nunca volverán a abrazar, o por esa parte del cuerpo que les arrebataron. Sus vidas siguen, y en ese barco cada uno achica el agua a su manera. Pero lo cierto es que ellos siempre se mantienen a flote porque no odian.
Felicidades, Irene, por tus 21 espléndidos años. Felicidades a todos los que nos enseñáis la heroicidad de vivir sin odio.