El Papa Francisco inició su servicio a la Iglesia universal centrado en desarrollar el alcance de un principio tan de Jesús como el que resuena en la palabra «misericordia». Como buen jesuita, ha sido maestro de discernimiento y nos ha ayudado a leer como discípulos misioneros uno de los «signos de los tiempos» más elocuentes y globales: las migraciones y la movilidad humana. Su aportación ha sido enorme en lo referente a la sensibilidad y respuesta a un fenómeno complejo y siempre presente. Pilotó la barca de Pedro como un barco que rescata vidas en el mar.
En comunión con sus prioridades pastorales, muchas diócesis han ido descubriendo o redescubriendo el fenómeno migratorio como oportunidad y se han ido abriendo a hacer de la cultura del encuentro y la sinodalidad un camino para anunciar la alegría del Evangelio. Queda todavía mucha tarea. Para ello, debemos seguir poniendo en el centro y escuchando el dolor y las esperanzas de las personas migradas, la lectura del Evangelio y la enseñanza social de la Iglesia. Los sucesores de Pedro desde 1914 son voces proféticas en su defensa.
El legado de Francisco todavía está llamado a desplegarse más entre nosotros. La altura y calidad de sus análisis y propuestas no pasarán de moda y esperamos que sean retomadas por su sucesor. El año pasado la CEE asumió e hizo suyo su programa en lo relativo a las migraciones a través de la exhortación Comunidades acogedoras y misioneras. En un mundo donde todo está conectado, este marco orienta el futuro sobre el modo de comprendernos y relacionarnos con las migraciones, la diversidad cultural y las personas migradas desde la catolicidad y la llamada a la conversión personal, pastoral y relacional.
Gracias a la inspiración y acompañamiento del Papa Francisco nuestra Iglesia aborda las migraciones y la pastoral intercultural desde una espiritualidad misionera, la transversalidad, el trabajo en red y por proyectos compartidos, en sinodalidad, en relación con otras entidades. Así abordaremos desafíos como el de ensayar y buscar «nuevas síntesis culturales», promover hospitalidad y verdad frente a narrativas tóxicas y racistas, y abordaremos el diálogo interreligioso, los derechos a la plena ciudadanía, al trabajo, a la regularización y a la plena integración de personas y familias migradas o refugiadas en las comunidades. Tenemos orientación y propuestas, tenemos voz y queremos dar voz a los que la sienten silenciada.
Sin la inspiración y cercanía del Papa no hubiéramos llegado a las mesas diocesanas de Migraciones, a la red Migrantes con Derechos, a los corredores de hospitalidad, a la Mesa del Mundo Rural, al proyecto Hospitalidad Atlántica y a tantas otras realidades. La única ocasión que conversé con Francisco comprendí que quería visitar Canarias, pero me invitó a mirar al Mediterráneo como proyecto de misión e integración eclesial y humano. Desde un «nosotros» cada vez más grande, gracias Francisco, entra al júbilo de nuestro Señor e intercede por nosotros.