No hacían falta especiales dotes de adivinación para escribir lo que quedó publicado en este rincón, hace ya unas semanas, antes de las recientes elecciones: «Dicen los que de veras cortan el bacalao, que son los de la economía y las finanzas –los políticos sólo están a mandar–, que ya tienen trazada la próxima hoja de ruta, a base de socialismo disfrazado de socialdemocracia y de esa ciudadanía que ha logrado hacer creer que tiene algo de derechas». Pues ya lo han visto ustedes… Y tampoco necesitaba JM Nieto especiales dotes de adivinación para avisar de lo que se nos avecina, de todas, todas, desde la altísima filosofía humorística de la viñeta que ilustra este comentario.
Lo lógico, si en la política ratonera que hoy se hace en España hubiera algún resquicio para la lógica, sería que los partidos llamados democráticos, esos en los que 20 son más que 37, estuvieran obligados, ética y hasta legalmente, a comprometerse públicamente, por escrito, antes de ir los ciudadanos a las urnas, a dejar claros los pactos a los que se comprometen, si no ganaran por mayoría absoluta; eso evitaría indecencias como la de Sánchez que engañó proclamando «no pactaré con el populismo», y ahí lo tienen ustedes cacareando, cínica e hipócritamente, los no menos deleznables incumplimientos del PP. El objetivo no es pactar, es pisar moqueta a costa de lo que sea. Más de la mitad de los ciudadanos españoles con derecho a voto no se sienten representados por nadie y creen que hasta que no cambie de bando el No nos representan del zoco de Sol, la cosa no tendrá arreglo posible. ¿Y a esto le llaman sistema representativo? ¿No sería más representativo, desde luego, el sistema mayoritario y la segunda vuelta?
Los humoristas no dan abasto. Puebla ha pintado a Rajoy noqueado, en el sillón del psiquiatra, y a doña Soraya asombrándose: «Sólo le he dicho que el partido necesita un rescate» ; y al socialista Sánchez metiéndose en la boca del león populista de la coleta y preguntándole: «¿Me puedo fiar de ti?»; y también, a un padre de familia desesperado, interpelando a su mujer y a sus hijos: «A ver, familia, se nos pasa el fin de semana y ningún plan tiene mayoría absoluta. ¡Hay que pactar ya!» Está más claro que el agua que Podemos, que propugna un Estado asistencial, en vez de una sociedad dinámica y responsable, tiene todo el interés del mundo en fagocitar al PSOE, su referente de la izquierda. Ya ocurrió con el tripartito catalán –y lo ha denunciado lúcidamente el profesor Carreras– que acabó comiéndole el terreno al socialismo catalán, pero los riesgos más que evidentes no les hacen escarmentar. Y ahí tienen ustedes al tal Errejón, el de la beca de Málaga, llenándose la boca con que «el que pacte con nosotros tiene que tener tolerancia cero con la corrupción»; y al insensato ZP, encizañador de odios y revanchas, azuzando a los bolivarianos de la revolución pendiente que no quieren esta Constitución, menos cuando habla de la función social de la propiedad. Y al de la coleta exigiendo humildad al estilo de aquel que presumía: «A mí a humilde no me gana nadie»… ¡Qué espectáculo el de esta España para los atentos observadores de fuera! ¿Tiene algo de particular que veinte mil millones de euros invertidos se hayan ido ya a otros destinos más seguros, escapando de la quema? ¿Alguien con dos dedos de frente se ha detenido a pensar en la inevitablemente abultada factura que el populismo urbano pasará en Madrid y Barcelona, si Dios no lo remedia? ¿Cómo es posible que la señora Cospedal asegure que «los cambios se harán pronto, no porque lo digan los barones, sino porque lo quiere el Presidente», y no se le ocurra añadir «porque hay que hacerlos»? Pedro Sánchez da este titular a El País: «Podemos será responsable de que haya o no Gobiernos de izquierda»; pero no se le ocurre reflexionar que más responsables serán los consentidores y cómplices que se alíen con los extremistas.
Bueno, y luego hemos tenido –aquí seguimos siendo diferentes y no nos privamos de nada– lo de la despreciable, indignante e impune pitada al rey y al himno nacional. Si fuera verdad que España no les importa, no pitarían; es más, Barça y Athletic no participarían en la Liga española ni en la Copa del Rey de España; y lo que, sin duda, es peor todavía, hemos tenido la falta de reacción, a no ser la miserable y desleal sonrisa de Arturo Mas que no paga a las farmacias, pero se gasta un millón y medio de euros en un anuncio separatista. Aparte de torpe, ¡qué país, Miquelarena!