El 22 de mayo de 1998, aquel Mingote eterno publicaba en ABC una viñeta en la que se veía el mapa de España convertido en campo de fútbol y con este pie: España va bien. Hace unos días, El Roto ha pintado en El País la viñeta que ilustra este comentario y que, 16 años después, sentencia, con el coche a punto de darse un batacazo: Vamos bien. ¿A dónde? Ah no, de eso ni idea.
Bueno, pues eso: ni idea. Ricardo ha pintado, en El Mundo, otra viñeta en la que se ve a Rajoy en el avión presidencial, practicando inglés así durante su viaje a Washington: My tailor was rich. Now he is unemployed (Mi sastre era rico. Ahora está en paro). Y Kap ha pintado otra viñeta, en La Vanguardia, en la que se ve a un españolito (se supone que catalán) cortando jamón mientras comenta: El Gobierno ha aprobado la nueva regulación para etiquetar el jamón; a lo que su mujer replica preguntando: ¿Y los chorizos, para cuándo? Esto, en vísperas de la publicación de la noticia de que el diputado de CiU en el Parlamento catalán, señor Oriol Pujol, hijo del ex Presidente Pujol, cobró supuestamente 30.000 euros por influir en la Ley de Seguridad Industrial aprobada por la Cámara Autonómica en 2008. La Fiscalía anticorrupción ha pedido al Tribunal Superior de Cataluña que impute a Pujol por un delito de cohecho. Ya está acusado de tráfico de influencias por supuestamente intentar amañar el concurso de la ITV en Cataluña. O sea, que vamos bien, pero a dónde, ni idea.
El diario El País se ha apresurado a sacar en portada que «Feijóo desoye a La Moncloa y exige consenso para la futura Ley del aborto». Al líder gallego debería decirle algo el hecho de que El País saque eso a portada. Está muy bien pedir la protección del Apóstol, Patrono de Galicia y de España, pero está mucho mejor defender la vida con todas sus consecuencias, siempre. Sin fisuras ni rebajas, sin consensos ni cesiones vergonzosas. En El País, Mayor Zaragoza y Juan José Tamayo (Dios los cría y ellos se juntan) han firmado conjuntamente un artículo titulado Coherencia ante el aborto, que concluye así: «Hay que impedir que se consume otro recorte de los derechos de las mujeres». O sea, que lo de que el aborto es un derecho no es sólo cosa de la impresentable Aído; también del director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones, de la Universidad Carlos III de Madrid. Pero ¿qué les pasa a los intelectuales católicos españoles cuando entran en política, o en Tribunales de Justicia, o sencillamente salen en la radio y en la tele, qué les pasa? Gracia Querejeta acaba de sintetizar lapidariamente en una reciente entrevista: «El país está triste, y con motivo». Es otra manera de decir España va bien, pero a dónde, ni idea.
El señor ministro de Justicia ha declarado, en la COPE, hablando de los independentistas catalanes, que, mientras se mantengan en el terreno de las declaraciones, el Gobierno responderá con declaraciones, y cuando pasen al terreno de los hechos, el Gobierno responderá con hechos. Muy bien, quedamos a la espera; pero, ¿acaso no son hechos la deslealtad, la provocación, la ingratitud, la insolidaridad de los separatistas? ¿No son hechos los insultos de España nos roba? Lo menos que se puede pedir es que el Gobierno, encima, no les dé más dinero de nuestros impuestos; entre otras razones, porque debe de ser el único lenguaje que entenderían.
Eurodiputados radicales como el comunista sueco Gustafsson promueven una declaración contra la reforma del aborto en España. Francisco J. Contreras, catedrático de Filosofía del Derecho en Sevilla, ha escrito recientemente que «es un honor para España desmarcarse de la Europa de los abortorios, reforzando el frente de resistencia provida: Irlanda, Polonia, Malta, Hungría».
Antonio Garrigues Walker ha publicado una Tercera en ABC, titulada Sepulcros blanqueados, en la que habla de la Iglesia católica como una «organización religiosa tan resistente a las nuevas ideas, tan ajena a las nuevas realidades», y afirma que «el nuevo ecumenismo requiere —como base esencial— que ninguna religión se proclame como la única verdadera». No salgo de mi asombro. Hacía tiempo que no leía un artículo tan representativo del más puro e inaceptable relativismo.