No es verdad 822 - Alfa y Omega

Acababa de salir Benedicto XVI de sus últimos Ejercicios espirituales como Papa y, tras el rezo del ángelus, comentando el Evangelio del domingo pasado, que era el de la Transfiguración del Señor en el Monte Tabor, dijo: «El Señor me pide a mí también que suba al monte para rezar…». El autor de la viñeta que ilustra este comentario ha querido verlo en el papamóvil, enarbolando la Cruz de Cristo, camino del Monte definitivo. ¡Qué diferencia con las minusvaloraciones que hacen de la decisión de renunciar al pontificado algunas personas de las que cabría esperar, si no el afecto y la comunión en la fe, al menos el respeto y la comprensión de una lucidez humana! Resulta sorprendente que un Premio Nóbel de Literatura como Mario Vargas Llosa publique una página, en El País, titulada El hombre que estorbaba. La verdad es que tampoco es que sorprenda demasiado, si uno recuerda lo que dijo, por ejemplo, de la Madre Teresa de Calcuta; pero de alguien así cabría esperar, cuando menos, que no se transforme en portavoz de los estorbados. Lo que no sorprende en absoluto es que eso se publique en El País, que acoge con los brazos abiertos cualquier ocurrencia -las ideas son otra cosa- que tenga el morbo de la contestación y de la incomprensión; por ejemplo, la ocurrencia de Vargas Llosa, que escribe de Joseph Ratzinger: «Sus ideas hacían de él un anacronismo dentro del anacronismo en el que se ha convertido la Iglesia».

Cualquier lector mínimamente despierto comprende el intento, por otra parte inútil, de numerosos círculos intelectuales de arrimar el ascua a su escuálida sardina y de tratar de aplicar a los demás los fardos que, inevitablemente, llevan encima, como éste del anacronismo. Ya sabemos que la verdad estorba siempre; a unos, más que a otros, claro. Basta ver la doble página dominical de El País, en la que los bedoyas, arreguis, tamayos, küngs, etc., vierten sus insidias bajo el título Falible. Ex Papa. Un poderoso en retiro. O ese otro Palomares que, en Tiempo, bajo el título La silla vacía del Vicediós, pontifica que «los recientes escándalos e intrigas en el seno de la Iglesia han podido más que el espíritu de Benedicto XVI». Lo dijo Blas… ¿Hace falta recordar que cada uno da lo que tiene? Los intentos de condicionar, a toda costa y sin el menor escrúpulo, el próximo cónclave han obligado a la Secretaría de Estado del Vaticano a hacer pública una Nota, de inusitada dureza, contra la difusión, estos días, de noticias a menudo no comprobadas y no comprobables, o incluso falsas, tratando de condicionar el cónclave. Todavía era reciente la denuncia de Benedicto XVI -silenciada por los difusores de insidias-, en la que recordó cómo ciertos medios de comunicación social desfiguraron y manipularon el Concilio real, convirtiéndolo en un Concilio virtual y mediático, de funestas consecuencias. Sólo quien quiere ignorarlo ignora que, si hay una persona en el Vaticano verdaderamente informada de la realidad, de los problemas, de las miserias humanas, ése se llama Benedicto XVI. ¿Alguien ha denunciado con más fuerza que él la porquería que hay dentro de la Iglesia? Hasta Hans Küng, en una entrevista a El Mundo, en la que exhibe de manera llamativa su desmedida soberbia cléricointelectual, se ha visto obligado a reconocer que «esta decisión de Benedicto XVI obliga a una relectura de su pontificado que cobra una nueva e inesperada dimensión».

La trascendencia histórica de esta renuncia de Benedicto XVI es de tal calibre, que ha borrado de las primeras páginas de todos los medios de comunicación prácticamente todo lo demás. En Italia, ha habido unas elecciones con un resultado verdaderamente sorprendente, hasta el punto de que el Corriere della Sera titula Voto shock. Monti, el de la austeridad y el de los recortes, ha sido derrotado, en un país con una economía sumergida incalculablemente mayor que la de España, y en el que, quien más quien menos, trata, como ellos dicen, de arrangiarsi, es decir, de arreglárselas y de salvar lo salvable en el chanchullo y en el chiringuito. Monti ha hablado de una victoria del populismo. Desde luego, con payasadas no se gobierna. Y aquí, entre nosotros, Rajoy estuvo muy bien, pero que muy bien en el Congreso de los Diputados. Ahora sólo se trata de ver cuándo se hace de verdad un debate sobre el Estado de la Nación, y no del PSOE y del PP. Y ya tendremos tiempo de hablar de esto.