Recuperar para estos días de celebración del Nacimiento del Señor la genial viñeta que ilustra este comentario sirve, además, para situar al lector en el punto exacto de la penosa situación en la que se encuentra hoy España: donde no hay okupas, hay desahucios; donde no hay corrupción, hay irresponsabilidad; hasta los estamentos en los que sería impensable, hasta hace poco tiempo, que pudieran ocurrir ciertas cosas, dan pruebas reiteradas de insensatez, que alcanza cotas insuperables y muy tristes en Cataluña. Después de la política de hechos consumados a la que el Presidente de la Generalidad trata de acostumbrarnos, todo parece indicar que se ha llegado a un punto de no retorno. Los comentaristas más equilibrados hablan de que, después de lo que está ocurriendo en Cataluña, bien se puede decir que se ha acabado la Transición y que ha comenzado no se sabe muy bien qué, pero desde luego un nuevo ciclo político, que es sorprendente y altamente preocupante. Que el más alto representante del Estado en una región española presente, en el acto de su reinvestidura, todo un programa, concretísimo, de secesión y de independencia del Estado al que representa es algo de aurora boreal. Parece que el Gobierno, por fin –no sé si a tiempo o a destiempo ya–, ha empezado a hablar de lo que tenía que haber hablado hace mucho tiempo, cuando empezaron los primeros síntomas del cáncer. Sólo faltaba que, el año próximo –que Mas va a dedicar, según ha dicho, a ir creando la legislación propicia y los organismos estatales: desde una Seguridad Social, a una Agencia Tributaria propia; desde un Tribunal Supremo, a un sistema educativo exclusivo–, el Gobierno español siga dándole un céntimo más del dinero de los contribuyentes españoles a los desleales que quieren independizarse de España. Es de suponer que hasta aquí hemos llegado, y que si quieren la independencia, al menos que se la paguen esos que Luis del Val ha llamado, irónicamente, la cueva de Alí Babá y los 40 pujoles. Luego, hay representantes catalanes en el Parlamento nacional que abochornan hasta a las paredes, como el tal Tardá. Los que entienden de economía ya andan avisando, estos días, desde las diversas tertulias radiadas y televisadas, de que, a la vista de este panorama, evidentemente, el que tenga algo en Cataluña y pueda llevárselo fuera se lo llevará. El humorista Ricardo ha pintado, en El Mundo, una viñeta en la que se ve a Mas escondiéndose, con fingida vergüenza, tras su sofá, mientras comenta: ¡Qué horror…, tendremos que gobernar con el apoyo de ERC!; a lo que su colega de delirio, Durán, le responde: ¡Y con la racha que llevas, de milagro no nos hace falta el apoyo de Mourinho!
Me apremia dejar claro, antes de seguir comentando todo este cúmulo de despropósitos, algo básico y muy de fondo: que una cosa es lo que quiera la Generalidad y los insensatos que hoy dicen dirigirla, y otra cosa es la voluntad de los catalanes. Identificar totalmente ambas cosas sería injusto, aunque también hay que recordar que cada palo debe aguantar su vela, y que los que han votado a estos insensatos no están exentos de responsabilidad, y bien empleado tendrían lo que les pudiera ocurrir. El diario La Vanguardia –que ha titulado así esto que no es otra cosa que una declaración de independencia: Mas y Junqueras firman con la vista puesta en otoño del 2014– publicaba, ese mismo día, una página titulada: Refranes que no caen en saco roto; se trata de los cien refranes más populares en catalán, elaborados a partir de una gran encuesta. Cada participante podía votar por diez refranes. El que más votos ha tenido es el siguiente: Qui no vulgui pols que no vagi a l’era; como todavía no es obligatorio saber catalán en el resto de España, en castellano reza así: El que no quiera polvos que no baje a la era. Es evidente que Mas, Durán, Junqueras y todos sus compinches, mariachis, derivados y compuestos llevan bajando a la era mucho tiempo. El País ha titulado, estos días: Rajoy moviliza todos sus recursos para asfixiar el pacto CiU-ERC; y El Mundo ha titulado: El Gobierno baraja destituir a Mas y suspender la Autonomía de Cataluña. ¿Sí?