Eso digo yo, querido Máximo: ¿en todos sitios habrá dos países como en España? Resulta un tanto asombroso que un partido gane unas elecciones, aunque sean autonómicas, y que no le sirva absolutamente para nada. Tiene que ser verdaderamente frustrante; y no había más que ver las caras de los dirigentes del PP en el balcón de Sevilla, tras conocer los resultados de las elecciones, para darle la razón a quien escribió que cuando Arenas salió al balcón, no se sabía si iba a hablar o a tirarse.
Uno de los primeros resultados de las elecciones autonómicas —quizás el más evidente de todos— es que, cuando los políticos, en vez de ser una solución, son un problema, la gente se abstiene; en estas elecciones, tanto en Asturias como en Andalucía, el índice de abstención ha sido más que notable y los políticos deberían reflexionar a fondo sobre el desprecio y el desapego de los ciudadanos, que por algo será. Una segunda reflexión inevitable sobre lo que ha ocurrido en Andalucía tiene que ver con los medios que informan al electorado. Si la inmensa mayoría de la información que han recibido durante la pre campaña ha sido a través de Canal Sur y de Televisión Española, lo lógico es que una cuarta parte al menos de los electores con derecho al voto, ni se hayan enterado de los escandalazos de los ERES, porque es que ni se lo han contado. La tercera reflexión tiene que referirse necesariamente a la red clientelar, más vasta y capilar de lo que pueda parecer. Es obvio que en Andalucía hay una cultura de la subvención, la cultura del PER, la cultura del ya nos lo darán hecho y que por lo menos a la mitad de los andaluces con derecho a voto algo les llega de alguno de los recovecos del poder; por tanto, votan en consecuencia. Andalucía no cambia, ha titulado El Mundo… Quizá sería éste un buen momento para analizar a fondo, y sin complejos de ninguna clase, qué es lo que hay que hacer para que en Andalucía se produzca ese cambio de cultura y se pase de un modo de entender la vida como subvencionada, a otro modo de entender la vida como emprendedora, esforzada, trabajadora, responsable.
Ocurrió no hace mucho en Cuba: un matrimonio judío consiguió permiso para abandonar la isla e instalarse en Israel. Vivían de la gestión de una carnicería. Llegaron a Israel, y el día en que abrieron la carnicería en Tel Aviv estaban esperando a que, como ocurría en Cuba, los del poder, los que mandan, les trajeran la carne para venderla. Ha ocurrido mucho antes en la URSS, en los Balcanes y en muchos otros sitios. El socialismo real, el comunismo, acaba con la capacidad de iniciativa de la gente; les mutilan el sentido de creatividad, de esfuerzo. Así que, ¡qué más les da!; están esperando a que papá Estado les resuelva la papeleta de la vida. Esto es lo que según las encuestas, que no han dado una, podía cambiar en Andalucía y no ha cambiado…
Y habrá que añadir, por lógica elemental, que alguna culpa —o más que alguna— habrá tenido también el PP en lo que ha ocurrido. Sería hora, de una vez, de que fueran aprendiendo la lección de que el llamado centrismo, esa especie de buenismo mansurrón, del diálogo, de la adhesión y de vamos a llevarnos bien, les trae absolutamente al fresco a los de los ERE y la corrupción clientelar institucionalizada. Va siendo hora de que den, sin complejos, la batalla de las ideas, que son las que mueven a la gente, porque evidentemente, puestos a no ganar por mayoría, por cuarta vez consecutiva, por lo menos podrán dormir en paz. Otra pregunta que sería interesante plantearse es por qué sólo se gobierna a base de mayorías absolutas y no, como pasa en otras tantas partes del mundo, gobierna el que más votos haya tenido, el PSOE en Asturias o el PP en Andalucía; pero éstos son ya otros cantares y otros intríngulis para cuando los señores que dicen que nos gobiernan, sean del partido que sean, tengan a bien cambiar una Ley electoral que a lo mejor sirvió para algo cuando fue aprobada pero que, evidentemente, hoy no sirve para nada, más que para complicarlo todo.
En cuanto a lo de Asturias, pues qué quieren que les diga: que, para este viaje, no hacían falta alforjas, y que ya me contarán ustedes para qué se han gastado 5 millones de euros de nuestros bolsillos para que la cosa siga más o menos como estaba. Como en Andalucía, y como en el resto de España, lo que más se echa de menos, tras estas elecciones y tras muchas otras, es algo tan elemental como la sensatez. La prueba, mañana, con la huelga, que ya me contarán ustedes a quién le interesa salvo a los estómagos agradecidos, preocupados porque la mamandurria se acaba.