Los obispos vascos y navarros piden medidas para proteger a las familias ante los efectos de la pandemia
Presidirán funerales, cada uno en su catedral, por todas personas fallecidas durante este tiempo el próximo 25 de julio, fiesta de Santiago Apóstol
Los obispos del País Vasco y Navarra suelen escribir cartas conjuntas. Lo hacen cuando hay temas o situaciones de especial relevancia. Como esta: la crisis del COVID-19. Un texto, publicado este viernes con el título Bienaventuranzas en tiempos de pandemia, que es una reflexión a la luz de la fe sobre esta realidad que para muchas personas está siendo especialmente dura. Bien porque han perdido a seres queridos, bien porque se han quedado sin trabajo o no tienen ingresos para mantener a su familia.
Es por ello que en la misiva, firmada por todos los obispos (Pamplona y Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria), reclaman que se impulsen «las medidas necesarias para sostener a las familias, evitando que caigan en la exclusión o que sufran penosas dificultades económicas o de otra índole que les generan sufrimiento y angustia». Y ponen el foco en ellas, porque, según dicen, «se han manifestado como hospital más cercano para quienes sufren, compartiendo lo que son y lo que tienen».
Recuerdan, en este sentido, que fueron las familias las que amortiguaron los efectos perniciosos de la última crisis económica: «Muchos pudieron salir adelante con la ayuda de los abuelos, con sus pensiones, con su colaboración en el cuidado de los pequeños…».
Constatan que la principal vía para no caer en la pobreza y la exclusión es el empleo, amenazado en estos momentos para tantos. Y, por ello, reclaman también medidas oportunas no solo para evitar la destrucción de puestos de trabajo, sino para crearlos. «Es necesario proporcionar la ayuda eficaz al tejido económico, empresarial y laboral con vistas a la generación de bienes y al mantenimiento y creación de empleo estable y de calidad. Todos estamos llamados a colaborar en este enorme desafío: instituciones públicas y privadas, civiles o religiosas, dejando de lado prejuicios ideológicos excluyentes. Es un momento propicio para revisar las estructuras sobre las que se asienta la economía, realizando las correcciones necesarias de modo», añaden.
Del mismo modo, se muestran favorables a una renta básica para aquellas personas que no puedan mantener unos ingresos suficientes para una vida digna: «Debemos sostener a los desempleados, personas vulnerables y familias en riesgo de exclusión por medio de mecanismos que les ayuden a afrontar esta situación, tales como la renta de garantía de ingresos en el País Vasco o la renta garantizada en Navarra».
La guía de la Doctrina Social
Creen que en estos momentos los principios de la Doctrina Social de la Iglesia pueden orientar tanto la acción de la Iglesia como de otras instituciones en la promoción de la justicia y, por tanto, de la paz social. Añaden: «Por eso, es necesario llevar a la práctica la búsqueda del bien común como principio rector de toda actividad; la promoción de la subsidiariedad que fomenta la responsabilidad; la toma de conciencia del destino universal de los bienes que nos lleva a compartir con pueblos empobrecidos que también tienen derecho a participar de los logros y el progreso humano; el fomento de la cooperación en todos los ámbitos económicos y sociales».
En esta reflexión, los obispos vascos y navarros no se olvidan de los países en vías de desarrollo, y hacen un llamamiento a «reforzar la cooperación y la comunión entre los pueblos y naciones, superando localismos autorreferenciales». Tampoco lo hacen del cuidado de la casa común, que se enmarca en lo que llama el Papa Francisco la ecología integral. «Este cuidado está intrínsecamente relacionado con la promoción de una opción preferencial para los pobres, que son los más perjudicados por la degradación ecológica. La vivencia de esta pandemia requiere de nosotros una seria reflexión sobre estos aspectos y la conversión de nuestros hábitos y estilos de vida», afirman.
Y lanzan un mensaje a la Unión Europea, a la que piden que cumpla «su vocación de ser casa común de colaboración generosa, leal y constructiva entre las naciones que la componen».
También anuncian que, una vez reiniciado el culto público, han dispuesto unirse en una Eucaristía, que cada obispo presidirá en su catedral, el próximo 25 de julio, fiesta del Apostol Santiago. «Dicha Eucaristía la ofreceremos por todos los fallecidos durante este tiempo de alarma y para que brote el consuelo y la paz en el corazón de sus familiares y amigos», concluyen.
El mal y el sufrimiento
Además de estas reflexiones sobre la vida social y económica de nuestro país, los obispos abordan, al inicio de la carta, la cuestión del mal y el sufrimiento en el mundo y la presencia de Dios en medio de este, así como temas como el sacrificio, la compasión, la consolación y la misericordia. También la esperanza, pues la historia de la salvación, afirman, «no tiene su punto final en la muerte, sino en la plenitud de la nueva vida». Así, recuedan que la Resurrección de Jesús «nos habla de recreación y novedad de vida» y que esta «es la realidad que, en este tiempo de Pascua vivida en el contexto de la pandemia, queremos de modo singular experimentar y testimoniar».