Ni la patética y arrogante payasada de Pujol ante el Parlamento de Cataluña, ni el impune e intolerable desafío, como el de 1934, de su hijo político, Mas, protegido y jaleado por CIU, al pueblo español al que tanto debe y a la Constitución española en virtud de la cual es el máximo representante del Estado español en Cataluña -aunque no lo merezca-, han sido capaces de alejar de la sensibilidad moral, cultural, social y política de la mayoría sensata de los ciudadanos españoles el problema número uno que denota hasta qué punto la política, los medios y parte de la sociedad española están preocupantemente enfermos: el aborto y la retirada de la prometida Ley por el Gobierno de Rajoy.
La vida, la vida de los seres humanos, de todos y cada uno de ellos es sagrada desde la concepción hasta su fin natural; la vida no es una cuestión de votos ni de consensos, de mayorías ni minorías; no es de derechas, ni de izquierdas, ni de centro. Es de una dimensión superior, previa, pre-política y trascendente. Un Estado, cualquiera que sea, lo único decente y digno que puede y debe hacer es protegerla y tutelarla porque -y espero que el PP que renuncia a su propia identidad ideológica no lo niegue- toda criatura humana en el seno de su madre tiene unos derechos inalienables, el primero de ellos, a nacer, porque, sin él, los demás son imposibles. Por eso, la retirada de la prometida Ley del aborto ha sido y es mucho más que un gravísimo error político que el PP pagará caro. Su Presidente trata de excusarse hablando de sensatez -dime de qué presumes y te diré de qué careces-, y de temor a que el que venga luego cambie la Ley. Un partido que recibió para algo una mayoría absoluta de votos, pensando en qué puedan hacer los que vengan luego…
Si hay un síntoma evidente de la grave enfermedad moral de una sociedad, de una institución, la que sea, es el miedo a defender y proteger la vida. Y ya puede el Gobierno anunciar una Ley de apoyo a la familia, que como la cumpla como la del aborto, vamos listas las familias españolas. La mayor prueba del gravísimo error del PP es el alborozo insensato e irresponsable de sus rivales políticos. ¿Qué consenso tuvo el PP para su reforma educativa, fiscal, laboral? No es con excusas lamentables, que no cuelan, como el PP ganará votos en las urnas -hasta los Arriolas pueden entenderlo-; hablaron de la conveniencia temporal de aplazar esta Ley. ¿Conveniencia para quién, para cada una de las trescientas criaturas inocentes e indefensas que, gracias a la Ley en vigor, son impunemente despedazadas vivas a diario en los abortos provocados en los centros de exterminio españoles? ¿Ésa es la defensa de la mujer por la que abogan las feministas y el nuevo Secretario General del PSOE, que habla de triunfo de la libertad de la mujer? Un triunfo con factura cruel para el resto de la vida. Esto es la apoteosis de la indignidad, y Dios nos pedirá cuentas de lo que hemos hecho o dejado de hacer con el don de la vida. A todos. A Rajoy también, claro.
Es, como ha dicho insuperablemente la Presidenta de la Federación de Asociaciones Provida, doña Alicia Latorre, «el fraude moral más grave de esta democracia»; a ver si se entera la alcaldesa de Zamora (¡del PP!), que dice, según ABC, que «cada menstruación es un aborto incipiente y que un aborto es un óvulo que no ha prendido». ¿Es provocación, o simple ignorancia culpable? O la diputada del PP, señora Quintanilla, que dice, en la COPE, que «hay que esperar». ¿A qué? ¿A que los seres humanos abortados diariamente sean miles, en vez de cientos? Monseñor Iceta, obispo de Bilbao, médico y Presidente de la Subcomisión episcopal de Familia y Vida, se ha lamentado públicamente de «la demora de una respuesta del Tribunal Constitucional al problema del aborto, que afecta a la calidad democrática», y ha denunciado que, «en el arco parlamentario del Congreso, hoy, ningún partido defiende la vida desde su inicio». Así que es lógico, o más que lógico, inevitable, que este gravísimo déficit moral de nuestra sociedad preocupe más que lo mucho que, con razón, preocupan la insoportable obcecación de los nacionalismos, la corrupción, o las patéticas payasadas de los variopintos e impunes clanes de chorizos reunidos S.A.