El México que visitará Benedicto XVI - Alfa y Omega

El Papa, seguramente, atestiguará el despliegue tradicional de la religiosidad popular mexicana, que está lejos de ser una manifestación de evangelización, y tendrá la oportunidad de conocer los efectos de la desigualdad, provocada por la injusta concentración de la riqueza.

México es la décima o duodécima economía mundial, según se mida, pero el Índice de Desarrollo Humano no es mayor que el de Costa Rica. Es el segundo país del mundo con el mayor número de católicos, apenas atrás de Brasil, pero la modernización de los siglos XIX y XX dejó intocados núcleos de miseria y violencia en las comunidades de indígenas y de afromestizos, y ha dado vida a nuevas formas de marginación en zonas urbanas, que es un caldo de cultivo ideal para nuevos grupos religiosos y, sobre todo, de evangélicos. De los 112 millones de habitantes, poco más de la mitad vive en algún tipo de pobreza y es en ese sector en donde más crecen los cristianos no católicos.

La cercanía con Estados Unidos ha favorecido que México sea la nación con el mayor número de acuerdos comerciales del mundo, así como el escenario de un conflicto armado que enfrenta al Estado con grupos de narcotraficantes y a los narcotraficantes entre sí. El conflicto ha tocado ya al 52 por ciento de los municipios del país, aunque, a diferencia de Colombia, en México los narcotraficantes son pragmáticos, pues pueden convivir con cualquier ideología y no están vinculados con guerrillas ni movimientos sociales. A diferencia de la Bolivia de los 70, en México el ejército no ha sido cooptado por los narcotraficantes. No obstante, hay un número preocupante de muertes, entre 30 y 50 mil, según el criterio usado, asociadas directa o indirectamente con el conflicto, así como violaciones a los derechos humanos.

Los mexicanos hemos cambiado nuestra manera de vivir. Hay desplazados por el conflicto, por lo que nuevos pueblos fantasmas se suman a los que vació la migración masiva a Estados Unidos de los años 90; sangría terminada ahora por la decadencia económica y los cambios en las políticas migratorias de Norteamérica. La transición democrática no arrojó los frutos esperados. El fariseísmo campea en la vida pública y hay una suerte de desánimo nacional. Está en proceso una controvertida y titubeante reforma constitucional para garantizar la libertad religiosa, que no acaba de consolidarse debido al ruido que generan grupos que desean mantener vivo, artificialmente, el conflicto Iglesia-Estado de los siglos XIX y XX.

Existe, al mismo tiempo, un sector fiel, que ora, trabaja y trata de hacer vida el Evangelio. Hay esperanza. No cabe duda, pero hacerla realidad requiere de una Iglesia más evangelizadora y comprometida con los pobres; un laicado pensante y organizado, y un nuevo estilo de los pastores, menos clerical. Asimismo, falta un acercamiento con los jóvenes y un proceso de reconciliación nacional que el Santo Padre podría iniciar. Los católicos esperan con entusiasmo la Visita del Papa y cifran sus esperanzas en que sea el inicio de una renovación de la fe y nueva etapa de paz y de justicia.

Manuel Gómez Granados