Se reestrena en las salas El festín de Babette (1987), de Gabriel Axel. El guión está basado en un relato breve de Isak Dinesen (Karen Blixen), la conocida autora danesa de Memorias de África. La acción se desarrolla durante el siglo XIX en una aldea marítima de Jutlandia (Dinamarca). Allí existe una comunidad luterana fundada por un pastor, cuyas dos hijas —Martina y Philippa— le sucederán, tras su muerte, en la guía espiritual de los feligreses. Su formación puritana les lleva a rechazar todo lo que tiene que ver con las alegrías de la vida, desde el amor de un varón a la buena comida. Sin embargo, en la historia de cada una de ellas va a haber un hombre enamorado y un amor imposible. Uno es Achille Papin, un católico francés, artista lírico, que durante un breve tiempo enseña canto a una de las hermanas, la cual, cuando empieza a gozar de la música —y a sentir atracción por su profesor—, decide dar por concluidas las lecciones. El otro es Lorenz Lowenhielm, un oficial díscolo que se enamora de la otra hermana, y que, frustrado ante la posibilidad de obtenerla en matrimonio, decide entregarse en cuerpo y alma a su carrera castrense. Pasan los años, y una mujer católica, Babette, chef del restaurante parisino de lujo Le Anglais, tiene que huir tras el asesinato de su familia. Va a parar a casa de las ya ancianas hermanas con una carta de recomendación de Papin, y les servirá durante catorce años. Un día recibe un sobre en el que se le comunica que ha sido beneficiaria de una importante cantidad de dinero. Babette decide gastárselo todo en preparar una cena francesa de homenaje al difunto padre de Martina y Philippa, fundador de la comunidad. A esa cena está invitado Lorenz Lowenhielm, ya general. La cena es de una categoría gastronómica insuperable, y, ante el silencio culpable de los comensales, es el general el único que expresa públicamente su agradecido goce. Cuando la cena llega a su fin, Lorenz pronuncia un brindis que constituye la clave del film y que habla sobre la Gracia.
Esta reflexión sobre la Gracia marca una diferencia radical y un salto cualitativo con las concepciones teológicas y antropológicas de Dreyer y Bergman, clásicos autores nórdicos de los que bebe Gabriel Axel. Es la superación del límite impuesto por una concepción reductiva y puritana del sentido religioso, la superación del voluntarismo y de una opaca conciencia de culpa, la superación del moralismo de raíz protestante.
Gabriel Axel
Dinamarca
1987
Drama
Todos los públicos