Don Juan Antonio Aznárez será ordenado obispo auxiliar de Pamplona y Tudela este domingo. «Tenemos que recuperar el sentido cristiano del trabajo»
A sus 51 años ha sido coadjutor, vicario y párroco en diferentes parroquias; profesor de Teología y de Sagrada Escritura en varias universidades, centros e institutos; y vicario general de la archidiócesis de Pamplona y Tudela, desde 2009. Ahora, a pocos días de que reciba la ordenación episcopal, como obispo auxiliar de la diócesis (el tercero en la historia de la sede navarra), don Juan Antonio Aznárez explica que, para aprender a ser obispo, «me he propuesto ir poco a poco, asumiendo las tareas que me se me encomienden, con la filosofía evangélica de vivir el afán de cada día»
Hace 30 años que la diócesis no tenía un obispo auxiliar…
La verdad es que no sé por qué el arzobispo, monseñor Francisco Pérez, tomó esa decisión. Sólo sé que, desde que llegó, vio conveniente que la diócesis tuviese obispo auxiliar. Porque esto es como una huerta: si se trabaja poco, da poco trabajo, pero si se trabaja mucho, cada vez da más. Y él desarrolla una enorme actividad.
En la era de la nueva evangelización, ¿cuáles son los principales retos a los que se enfrenta la archidiócesis y, por tanto, sus obispos?
Son muchos, pero en la raíz de todos está el que los bautizados, y sobre todo los más despiertos, esa porción del pueblo de Dios que va a misa y se confiesa, profundicemos en nuestra fe, y vayamos contagiando la alegría de la salvación a otros hermanos que están tibios o totalmente fríos. Tenemos que ayudarles a descubrir o a redescubrir esa alegría, desde el testimonio personal y la implicación en grupos de fe. Tenemos que estar abiertos a lo que el Espíritu sugiera: evangelización en las calles, pastoral vocacional, pastoral de la Palabra, iniciativas del Atrio de los gentiles…
¿La evangelización en el entorno rural es más difícil que en las ciudades?
El grueso de la población de la diócesis está en Pamplona, Tudela y Estella, pero luego hay muchos pueblos pequeños, y no es fácil atenderlos, dada la escasez de curas. Pero los pueblos pequeños tienen grandes ventajas: las tradiciones, romerías, fiestas patronales… Tenemos que reinventar la pastoral rural, haciéndola más misionera y animando a los fieles a trabajar codo con codo con el sacerdote y con otros pueblos. Esta situación puede ser providencial para abrir nuevas vías a la pastoral de pueblos pequeños.
Usted ha sido párroco, y es profesor de Teología en la Universidad de Navarra y en el Centro Superior de Estudios Teológicos de Pamplona. ¿Cómo se puede lograr que los fieles estén formados para dar razón de su fe?
Aquí contamos con un Instituto Superior de Ciencias Religiosas que está haciendo mucho bien, e insistimos a los sacerdotes a que animen a los laicos a venir a esas clases. Pero esta formación académica tiene que llevar a que en las parroquias y arciprestazgos se formen grupos de estudio y de oración, de lectura orante de la Escritura, etc. En la Iglesia, tenemos que hacer todo lo que podamos para que los fieles sean más conscientes del inmenso tesoro que hemos recibido en el Bautismo, y puedan disfrutar más de él, porque no se trata de vivir una fe infantil, sino de sacarle más partido.
Hay quien dice que lo que ahora importa es la situación económica. ¿Qué tiene que ver Cristo con la crisis?
El olvido de Cristo tiene mucho que ver con esta crisis, con la cultura del dinero fácil, del Todo vale, del Total, si no se enteran, y con esta especie de amnesia de la honradez y del gusto por el trabajo bien hecho. El hombre no está hecho para hacer chapuzas: somos una obra de Dios, una obra de arte, y estamos hechos para hacer bien lo que tenemos que hacer. Por eso tenemos que recuperar el sentido cristiano del trabajo como algo creativo, como una aportación al bien de la familia y de la sociedad. Además, en tiempos de crisis el Señor nos llama a estar más pendientes y a compartir nuestros bienes y nuestro tiempo con quienes la están sufriendo más dura y directamente. Hemos de tomar conciencia de que son nuestros hermanos y no podemos desentendernos.
¿Quién es Cristo para usted, y cuál es su relación con Él? ¿Cómo reza?
Para mí, fue casi un desconocido hasta la juventud, pero gracias a los cuidados maternos de la Iglesia fui conociéndole lentamente, como los discípulos, especialmente a través de la Escritura, de las catequesis y del testimonio de otros hermanos. Ahora sé que es una Persona, ¡y me tiene profundamente enamorado! Él decía que era testigo de la verdad, y yo soy testigo de ello, porque Jesús me revela la verdad de mi vida, la verdad de las cosas, y la verdad de las verdades, que es el amor de Dios. Esta relación personal con Él es un proceso en curso, y Él cada día me va sorprendiendo y ayudando a vivir con más convencimiento el Credo. Ver cómo la fe crece dentro de ti es algo maravilloso, porque esa fe es conocimiento, trato, amistad, relación con Él, y por medio de Él, con Dios Padre. Cada mañana rezo Laudes, medito las lecturas del día y tengo un rato de oración. El resto del día, rezo la Liturgia de las Horas, me encuentro con Él en la Eucaristía y rezo el Rosario. Ése es mi menú diario de oración: variado y muy nutritivo para el alma.