Diagnóstico del cardenal Rouco sobre los problemas de la sociedad española. Soluciones insuficientes
Los problemas sociales a los que se enfrenta España «siguen vivos», pero «los pasos hacia su resolución resultan todavía insuficientes» así lo ha denunciado el cardenal Rouco en su discurso a la Plenaria de los obispos españoles (texto íntegro, en las páginas siguientes). Crisis económica, paro, desprotección legal del no nacido, del matrimonio y de la familia, una enseñanza de baja calidad…: frente a todo ello, hay que llamar de nuevo con urgencia a la «grave responsabilidad propia» del Gobierno, al «espíritu cívico» de la sociedad, y al ejercicio de «la caridad social» por parte de los católicos
La actualidad de la Iglesia está indisolublemente unida a la realidad social, política y económica por la que atraviesa España y el mundo. Así lo ha reflejado el cardenal Rouco, Presidente de la Conferencia Episcopal Española, en su discurso a la Asamblea Plenaria de los obispos españoles, al lamentar que «los problemas sociales a los que nos referíamos en la inauguración de la última Asamblea Plenaria [noviembre de 2012] siguen vivos». En concreto, el cardenal Rouco ha lamentado que «los pasos dados en estos meses hacia la resolución de estos graves problemas resultan todavía insuficientes».
En particular, el presidente de la Conferencia Episcopal Española se ha referido a la dramática situación del aborto en España, manifestando que, ante el esperado anuncio del Gobierno de una reforma de la ley, «no es fácil entender que todavía no se cuente ni siquiera con un anteproyecto de Ley que permita una protección eficaz del derecho a la vida de aquellos seres humanos inocentes que, no por hallarse en las primeros estadios de su existencia, dejan de gozar de ese básico derecho fundamental»; una situación que es un «sangrante problema social de primer orden», que se basa «en el absurdo ético y jurídico de que existe un derecho de alguien a quitar la vida a los seres humanos que van a nacer». Por ello, «es urgente la reforma en profundidad de la legislación vigente».
Junto a la reforma de la ley del aborto, «también es urgente la reforma de nuestra legislación sobre el matrimonio», para poder «restituir a todos los españoles el derecho de ser expresamente reconocidos por la ley como esposo o esposa» y «proteger adecuadamente un derecho tan básico de los niños como es el de tener una clara relación de filiación con un padre y una madre». En este campo, «también sobre el Gobierno y el legislador recae una grave responsabilidad propia y cierta, que no puede ser transferida ni eludida», señaló el cardenal Rouco.
Se espera asimismo «una legislación todavía más justa en lo que se refiere a la libertad de enseñanza», ya que la calidad de la enseñanza en España «sigue dejando mucho que desear» y «el deterioro progresivo de la situación a este respecto, junto con la imposición de materias impregnadas de relativismo e ideología de género, constituye una de las razones básicas de que buena parte de la juventud se halle tan carente de la formación humana necesaria».
En política no vale todo
Todo lo referido tiene repercusiones en el ámbito de la política. Así, aunque, «en este campo, no es tarea de la Iglesia formular soluciones concretas o técnicas», es condición indispensable que la participación en la vida política se confronte con «la doctrina moral y social cristiana», pues hay «principios morales que no admiten derogaciones, excepciones o compromiso alguno», de modo que el «legítimo pluralismo social y político entre los católicos no debe ser confundido con el relativismo».
Y, si la crisis moral es grave, no es menos urgente «la difícil situación económica por la que atravesamos»; sin embargo, «es necesario vigilar para que el delicado equilibrio de la paz social no sufra graves alteraciones». En cualquier caso, para todos los miembros de la sociedad «es el momento de ajustar las conductas a un modo de vida acorde con nuestras verdaderas posibilidades, huyendo de la codicia y de la ambición desmedida, actuando siempre de acuerdo con los imperativos de la honradez y de la auténtica solidaridad», destacó el Presidente del episcopado español.
Además de ello, los católicos están llamados a ejercer «la caridad social, es decir, la acción que brota de su compromiso de fe en favor del bien común, a través del ejercicio honrado y laborioso del trabajo, de los deberes para con la familia y de la solidaridad práctica con los más desfavorecidos». En este último ámbito, el cardenal Rouco agradeció «el trabajo de los voluntarios», de las «instituciones de la Iglesia asisten a los necesitados», de «las diversas Cáritas parroquiales y diocesanas, y de Cáritas Española y de otras instituciones de servicio de la caridad».
Estamos en un «especial tiempo de gracia» que ha vivido la Iglesia tras la renuncia de Benedicto XVI y la elección del Papa Francisco; el cardenal Rouco ha negado que la decisión de Benedicto XVI «haya introducido alguna ruptura en la vida de la Iglesia», y del Papa Francisco ha destacado que está «invitando a toda la Iglesia a lo esencial: vivir de la misericordia de Dios manifestada en la cruz y resurrección del Señor, y que su misión es llevar esa vida hasta los confines del mundo». Es precisamente en el horizonte de la nueva evangelización en el que se inscribe la beatificación, el 13 de octubre, en Tarragona, de cerca de quinientos mártires españoles; un documento en preparación sobre las relaciones entre la vida consagrada y los pastores de la Iglesia; o un nuevo Catecismo para adolescentes.
En este mismo horizonte, el Nuncio de Su Santidad en España, monseñor Renzo Fratini, ha alertado sobre «la consideración que hace el Papa Francisco del peligro de la autorreferencialidad de nuestras instituciones eclesiásticas, cayendo en un narcisismo. El Papa nos recuerda que tenemos que salir y evangelizar llevando la cruz, anunciando en las periferias a Jesucristo».