Custodio de Tierra Santa: «La fe en el Resucitado es la única vacuna» - Alfa y Omega

Custodio de Tierra Santa: «La fe en el Resucitado es la única vacuna»

El retraso de la colecta a favor de Tierra Santa obliga a los franciscanos a elegir qué proyectos priorizar, mientras la interrupción de las peregrinaciones hace notar ya su impacto económico. «De momento, solo se puede rezar»

María Martínez López
El padre Francesco Patton, a la izquierda, durante el rezo del vía crucis en Jerusalén, el Viernes Santo. Foto: EFE/EPA/Abir Sultan

Miedo, desconcierto, añoranza de rostros queridos, abandono. Algunos de los sentimientos que está suscitando la pandemia de COVID-19, «¿no son los de las mujeres en el amanecer de la primera Pascua?». Se lo preguntaba el administrador apostólico del Patriarcado Latino de Jerusalén, monseñor Pierbattista Pizzaballa, en la Vigilia Pascual en el Santo Sepulcro. Sin embargo, al día siguiente, Domingo de Resurrección, no se dejó de proclamar la victoria de Jesús a los cuatro puntos cardinales desde el mismo edículo. «Nada impedirá que la Buena Noticia de la Resurrección resuene en Jerusalén y en cualquier otra parte del mundo, incluso si este año no hay aleluyas en alto», subrayaban los patriarcas y líderes eclesiales de Tierra Santa en su mensaje de Pascua.

En las parroquias de los países de la región se ha buscado el equilibrio entre ofrecer retransmisiones adaptadas a los distintos ritos, calendarios (algunas todavía no han llegado a la Pascua) y lenguas (árabe, hebreo o inglés) sin caer en una babel de los streaming, promoviendo además la oración en familia. Los franciscanos también han reforzado las transmisiones desde el Santo Sepulcro, que han suscitado un gran interés. La Vigilia Pascual la siguieron en redes sociales casi 200.000 personas, y televisiones de todo el mundo conectaron con alguna de las celebraciones, explica a Alfa y Omega fray Francesco Patton, custodio de Tierra Santa. En su mensaje de Pascua, Patton subrayaba que «acoger con fe a Jesús resucitado es la única vacuna que me puede salvar del virus de la muerte, el miedo y la angustia».

«No me atrevo a pedir más»

Iluminados por la esperanza de la Resurrección, la Iglesia en Tierra Santa se prepara ahora para volver a su Galilea del día a día. Con un importante reto por delante: hacer frente al impacto económico de la pandemia entre las comunidades cristianas, eminentemente palestinas. «Cuando no hay peregrinaciones, muchos cristianos se quedan sin trabajo» –recuerda fray Patton–. Después de un mes y medio sin peregrinos, por ejemplo, la parroquia de Belén ha tenido que empezar a ayudar a algunas familias con comida y medicinas.

Es lo mismo que se ha hecho en otros momentos, cuando las peregrinaciones disminuían por causas como el conflicto. Pero la misma Iglesia tiene ahora menos capacidad de reacción. La pandemia ha hecho aplazar la colecta a favor de los Santos Lugares del Viernes Santo. Se celebrará el 13 de septiembre, «pero sabemos que los países que más aportan tendrán sus propias dificultades económicas –prevé el responsable de la Custodia, que recibe el 65 % de lo recaudado–. Vamos a tener que analizar qué proyectos priorizar estos meses y en los próximos dos años». De primeras, fray Patton señala tres cuestiones imprescindibles: la conservación de los Santos Lugares, «la educación de los 10.000 alumnos de nuestros colegios, y el trabajo de las parroquias», también en países como Siria.

Paralizadas de momento las dos principales formas de ayudar a Tierra Santa, peregrinaciones y colecta, ¿se puede hacer algo desde el resto del mundo? «Viendo la situación de Italia, España o Estados Unidos no me atrevo a pedir más», reconoce fray Patton. Sí sugiere que, cuando la colecta se realice en septiembre y las peregrinaciones se reanuden (espera que por esas mismas fechas), se anime a los católicos a participar. «De momento, solo se puede rezar. Transmita por favor a la gente de España que rezamos por ellos».

Coronavirus y ritos del siglo IV

Según el uso consolidado por el statu quo en el Santo Sepulcro, la Vigilia Pascual se celebró el Sábado Santo por la mañana. Pero este año, como en tantos otros lugares, se hizo a puerta cerrada. El coronavirus obligó a cancelar algunas celebraciones, como el lavado de pies en el Cenáculo a los niños que se van a confirmar. Otras, como la antiquísima veneración de la columna de la flagelación del Miércoles Santo, que data del siglo IV, se modificaron para evitar el contacto físico.

La ausencia de fieles y de peregrinos ha hecho de los franciscanos (incluidos el custodio y el administrador del Patriarcado latino) los protagonistas de las celebraciones del Triduo: los oficios de Jueves y Viernes Santo en el Santo Sepulcro; la hora santa en Getsemaní; el vía crucis por la Via Dolorosa bajo la atenta mirada de la Policía, o la procesión funeral de Jesús, en la que el crucificado es bajado del Gólgota, ungido con mirra y aromas (como narra el Evangelio) y depositado en el sepulcro. Hacer todo esto sin pueblo, reconoce fray Patton, «ha sido extraño. Pero por otra parte creo que nos ha ayudado a entender como nunca antes en el pasado reciente lo importante que es tener una experiencia viva de la Resurrección de Jesucristo y anunciar esta esperanza» a todo el mundo.