Al presentarnos ante Sus Majestades para recibir este galardón, es una obligación recordar lo que la civilización universal debe a España. Lo haré citando a uno de los genios más excelsos del Siglo de Oro hispánico. En su libro De los nombres de Cristo, nos ofrece fray Luis de León unas reflexiones sobre la manera de establecer la paz entre los hombres y las naciones. Fray Luis parte de la definición clásica de san Agustín: La paz es la quietud que procede del orden. La paz consta, pues, de dos elementos: orden y sosiego.
La paz, para ser en verdad tal, supone la justicia, sin la cual no sería sino la ausencia de guerra o, mejor, una especie de guerra aún no declarada. La exigencia de sosiego, de aceptación y consentimiento, viene a romper el inmovilismo que puede suponer la mera necesidad del orden. Cuando el orden vigente deja de tener aceptación, es preciso pasar a otra organización para restablecer el sosiego. De ahí se deduce que el orden no es de por sí un valor absoluto a mantener a toda costa; sólo vale en la medida en que se acompaña de sosiego y merece la adhesión libre de todos.
Orden y sosiego están, pues, en relación dialéctica: el orden sin sosiego degenera en paz armada; el sosiego sin orden crea situaciones inmorales y censurables. La paz verdadera exige orden y sosiego juntos.
El orden supone varias personas que ordenar y jerarquizar; y el sosiego implica que un acuerdo se forme entre varias partes. «Puede haber paz en el hombre por tres diferentes maneras: una, si estuviere bien concertado con Dios; otra, si él, dentro de sí mismo, viviere en concierto; y la tercera, si no se atravesare ni encontrare con otros». La primera manera de paz implica la sumisión del hombre a Dios; la segunda, la sumisión a la razón y el dominio de sí mismo; la tercera, la justicia: «Dar su derecho a todos y cada uno, y recibir cada uno aquello que se le debe sin pleito ni contienda».
Estas tres maneras de paz van estrechamente unidas entre sí: «El tener uno paz consigo es principio certísimo para tenerla con todos los otros». La paz verdadera es, pues, «aquella que tiene su asiento en nosotros» y no en causas exteriores, como puede ser la fuerza de la ley (…).
Joseph Pérez
De su discurso al recibir el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales