Cartas a la redacción - Alfa y Omega

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Las mentiras de Follet

Ken Follet, el famoso autor de best sellers como Los pilares de la tierra, anda por España promocionando su última novela, El invierno del mundo, en cuyo capítulo cuarto toca la batalla de Belchite. Allí leemos: «Las Brigadas Internacionales estaban formadas por voluntarios extranjeros, además de por soldados españoles, y entre estos últimos la alfabetización era un problema. Habían pasado la infancia recitando el catecismo en escuelas rurales dirigidas por la Iglesia católica. Muchos párrocos evitaban enseñar a leer a los niños, por miedo a que más adelante tuvieran acceso a libros socialistas. Como resultado, sólo la mitad de la población estaba alfabetizada durante la monarquía». Y más adelante: «Las brigadas extranjeras estaban compuestas por voluntarios idealistas que habían acudido a España sabiendo que, tal vez, tendrían que sacrificar su vida. A menudo los elegían como punta de lanza de los ataques debido a su reputado coraje».

Además de inflar la tasa de analfabetos durante el período anterior a la Segunda República, Follet no se corta un pelo en echar mano de una de las más burdas mentiras de la rancia propaganda comunista, para explicarnos que los españoles analfabetos lo eran por culpa de la Iglesia; esto es: te lo cuento al revés para que me entiendas, que debe ser una de las máximas que inspiran a Follet a la hora de escribir sus historietas. E igual de emotivo resulta conocer que los brigadistas eran unos benditos idealistas que, convocados por la muy pacífica Internacional Comunista, venían a matar españolitos malos; pero fueron utilizados por los españolitos buenos como punta de lanza, y es que los españolitos no tenemos remedio.

Ken Follet se hartará de vender libros, pero manipula la Historia adecuándola a sus simpatías políticas y a su sectarismo. Decía un compatriota de Follet, el historiador británico Paul Johnson, que la Guerra Civil española es el acontecimiento del siglo XX sobre el que más mentiras se han escrito. Y en ésas seguimos.

Miguel Ángel Loma Pérez
Sevilla

Año de la fe

Benedicto XVI propone, con el Año de la fe, una respuesta actual, un tiempo de reflexión sobre nuestra fe cristiana que conllevará a un nuevo entusiasmo, al ver ante nuestros ojos un resplandecer de la Palabra y de la Verdad que Jesús nos dejó como camino y garantía de una felicidad que es posible para los hombres cuando éstos se dejan tocar por la Gracia que transforma.

Hemos de acercarnos a la doctrina de la fe con ganas, apuntarnos a algún seminario, o a través de algún libro. También releyendo el Credo, como hacían los primeros cristianos. Con cuánta ilusión verá el Papa cómo muchos jóvenes, siguiendo estos caminos, volverán a la Iglesia con un gran bagaje de contenido doctrinal que les llenará su vida, dándole un sentido pleno.

Qué bien entendemos las palabras de san Agustín cuando, recién estrenada su conversión, tras una larga búsqueda, afirma: «Nos hiciste Señor para Ti y este corazón no descansa si no es en Ti. Tarde te amé, Señor, tarde te amé». Si aprovechamos esta nueva oportunidad que Dios y la Iglesia nos brindan, tendremos una nueva experiencia. Él no quiere otra cosa que seamos felices aquí y después durante toda la eternidad. ¡Qué gran negocio!

Nosotros… ¿Qué debemos hacer? Ponernos en disposición de escuchar, de pedirle deseos y secundar lo que Él quiere para nosotros. No nos pondrá las cosas difíciles, pero sí nos pedirá que le queramos y le encontremos en los necesitados. Que le busquemos directamente en el sagrario, ahí nos espera. Quiere meterse en nuestro estudio, en nuestro trabajo, en nuestros ratos de ocio, y que le contemos lo que realmente nos preocupa, porque eso, eso le preocupa a Él especialmente.

Celes González Velasco
Madrid

Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat

Hay que estar abiertos, ciertamente, a la cultura de nuestro tiempo; pero ¿eso significa que hay que contemporizar con el laicismo? Claro está que el reino de Jesucristo no es de este mundo; ¿habríamos de pensar, por ello, que Cristo sólo ha de imperar en el corazón de los hombres, pero no en el corazón de los pueblos y naciones? Naturalmente que hay que saber separar la política de la religión, pero ¿esto puede dar pie al católico para pensar que ha de serlo sólo en su vida privada? Muchas son las preguntas que están exigiendo una respuesta urgente, rotunda y clara para que los católicos comencemos a ser fermento en medio de un mundo paganizado.

La festividad de Cristo Rey, instituida por Pío XI con el propósito de colocar la soberanía de Cristo por encima de todos los hombres, pueblos, naciones e instituciones, nos brinda la ocasión propicia para reflexionar sobre estas cuestiones. ¿Sabemos que por encima de la mayoría parlamentaria está la ley natural? ¿Nos hemos percatado de que la ley natural es expresión de la voluntad de Dios, y que cuando se prescinde de ella ya sólo cabe el relativismo totalitario? ¿Estamos convencidos, en fin, de que ninguna actividad humana, incluida la actividad política, puede sustraerse al imperio de Cristo?

Ángel Gutiérrez Sanz
Internet

Misión popular, tú a tú

Es la tercera vez que estoy en misión popular en Macael, Almería. Esta vez he venido solo y con un programa diferente: cuatro o cinco horas de atención individual en el confesionario, visita a media mañana a los enfermos de cuatro aldeas, y la predicación de los cuatro ejes del Catecismo de la Iglesia católica. Lleva razón Benedicto XVI cuando llama resurrección a la confesión, que es la tarea de Jesús, que vino a sanar y perdonar. Con uno solo que se acerque a Dios doy por bien empleada la misión, dice el párroco, don Óscar Trujillo. También he anunciado a los fieles lo que afirma el Decreto de la Penitenciaria Apostólica sobre Indulgencias en el Año de la fe para los fieles, «siempre que asistan por lo menos a tres predicaciones durante las sagradas misiones en cualquier iglesia o lugar idóneo». A esta pequeña misión le ha puesto nombre el párroco, misión tú a tú.

Diego Muñoz, SJ
Residencia Sagrado Corazón de Jesús
Sevilla