Cartas a la redacción - Alfa y Omega

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La Carpa Eucarística de Colón

Sucedió el 28 de diciembre de 2013: se iba a celebrar, el 29, el Día de las Familias, en la plaza de Colón, de Madrid. El día anterior, al final de la tarde, se instaló una carpa para hacer oración eucarística. Por testimonio, aunque con prisa, decidí conocer la carpa. Y orar. Llegué desde la calle Génova a Colón. Con mucha gente. Estaba la gran Cruz, a cuyos pies se habría de celebrar, al día siguiente, la Eucaristía. No veía la carpa… Di la vuelta a toda la plaza. Estaba ya cerca de la calle Serrano. Me parecía que, por aquel camino, las personas, con cierta prisa, se iban acercando a lo que habíamos imaginado como una tienda de campaña grande. Vislumbré una entrada (al salir, comprendí que era la salida) y el vigilante me indicó que estaba completo. No sé si por mi edad, o ante la insistencia, o por la brevedad de la visita, me dejó entrar. Me quedé impresionado: era una gran carpa, casi como la de un circo. Cinco o seis filas de asientos con adoradores. Me quedé embelesado al contemplar, en un redondel en el centro, una estatuilla poliédrica blanca. A lo alto, se alzaba una hermosa Custodia, con una Forma consagrada. A los cinco minutos de estar de pie, una persona me cedió el sitio, cercano a los confesionarios. Con sillas, bis a bis. Las velas al pie de la custodia se renovaban constantemente. A mi izquierda, entró un matrimonio joven con 5 hijos. Uno en brazos de la madre; otro, en cochecito. Los tres se pusieron de rodillas. Devotos. Impresionados, como nosotros, por el silencio, las luces, la oración. Juguetearon luego con las velas. Se avisaba cada diez minutos para que los que estuviesen sentados, saliésemos para dejar entrar a otros. Yo me había, sin embargo, puesto a meditar, rezar, compartir la oración. Fueron tres cuartos de hora. Salí sin prisas. Había para entrar dos grandes hileras de matrimonios, de jóvenes, de niños. Pocas veces, eucarísticamente, había estado tan enfervorizado. Como si preparase una Primera Comunión. El sacerdote José Luis Larrabe, que se ofreció a confesar, hablaría de La carpa de Dios, abierta para todos en Madrid.

Jesús López Medel
de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación

La Iglesia y la Transición

En relación con el artículo publicado en Alfa y Omega: De la insuperable contribución de la Iglesia a la Transición. Impulsora de la democracia (n. 804, 25-X-2012) pueden ser de interés algunas precisiones: 1. Sobre las presuntas fricciones de la Iglesia con el régimen de Franco, es cierto que algunos obispos pudieron moderar tendencias totalitarias existentes en personas o movimientos que participaban en un sistema tan heterogéneo. Dicha intervención no puede atribuirse a un elemento extrínseco, sino que fue consecuencia del sentido católico de un Estado en el que se había subrayado la proyección social que dimana de la inspiración de la Iglesia. Este principio fue formulado en las Leyes Fundamentales: «La nación española considera como timbre de honor el acatamiento a la Ley de Dios, según la doctrina de la santa Iglesia católica, apostólica y romana, única verdadera y fe inseparable de la conciencia nacional, que inspirará su legislación» 2. Más allá de episodios anecdóticos, el Vaticano II no supuso ninguna crisis grave, como lo demuestra la rápida adopción de sus exigencias de libertad religiosa, hecho «tan opuesto a la significación originaria del alzamiento y régimen español, como a la tradicional doctrina de la propia Iglesia católica», en expresión de Rafael Gambra. Eso no significa que la agitación de los años 60 y 70, manifestación no sólo de una agitación político-partidista, sino de una verdadera crisis interna de la Iglesia, afectara trágicamente a la Iglesia española y a sus relaciones con el Estado. 3. Tanto Pablo VI como algunos eclesiásticos favorecieron la deriva de los acontecimientos en la llamada Transición. Pero dicha postura no fue unánime, como lo demuestran, por ejemplo, las precisiones críticas publicadas con ocasión del referéndum constitucional por el arzobispo don Marcelo González, a las que se adhirieron 8 obispos. El resultado del proceso fue el establecimiento de un sistema en el que no se ha enseñado cuál es la misión específica del poder en lo moral y religioso, y en el que no se han inculcado eficazmente las exigencias morales del orden constitucional, por lo cual, aunque se reconociera su insuperable contribución a la Transición, no por ello podría hacerse un balance positivo, en lo que al cumplimiento de la misión específica de la Iglesia se refiere.

Ángel David Martín Rubio, doctor en Humanidades
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Una doble deslealtad en el PP

Estoy asombrado de la deslealtad de algunos representantes del Partido Popular. El ministro de Justicia, en cumplimiento del proyecto electoral con el que ganaron las elecciones en 2011, trata de sacar adelante una ley en defensa de la vida del concebido y no nacido, pero resulta que personajes como Feijó, Villalobos, Monago, Herrera, la Delegada del Gobierno en Madrid y unos pocos más, se oponen públicamente, traicionando el programa con el que ganaron las elecciones. Es una traición doble: traicionan con alevosía, sin necesidad y haciendo alarde de ello, a los votantes del PP, gracias a los cuales están ahora en el poder. Y segundo, traicionan a sus compañeros, que entienden que deben cumplir lo que nos prometieron. A los ciudadanos nos exigen que cumplamos nuestras obligaciones con la Administración, y nos sancionan por incumplirlas, pero estos políticos no sólo incumplen sus compromisos, sino que hacen alarde de ello. ¿Qué pondrán en su programa para las siguientes elecciones? ¿Nos podemos fiar de ellos? Ciertamente, no.

Diego Poole

Volver a Dios

La verdadera urgencia de hoy es la vuelta a Dios. Para ello, la lectura de vidas de santos, presentados por la Iglesia al pueblo cristiano para que sean imitados e invocados, constituye el necesario complemento de la meditación de los libros de las Escrituras. La lectura de la Biblia es el alimento del alma. Hay que leer vidas de santos: alguien apuntó que el trato con los santos hace santo.

Fernando Martínez
Madrid