Cartas a la redacción - Alfa y Omega

Las cartas dirigidas a esta sección deberán ir firmadas y con DNI, y tener una extensión máxima de 20 líneas. Alfa y Omega se reserva el derecho de resumir su contenido.

Nunca estamos solos

Cuando empiezo a sentirme triste porque estoy sola, reacciono y me digo: ¡Pero si Jesús está en el sagrario esperándote! Y, en cuanto puedo, voy a estar allí con Él. Allí, después de estar un ratito, salgo renovada. Además, por mediación de Jesús, me pongo en contacto, en relación, con mi marido y mi madre, que hace años que están a su lado esperándome, y que, supongo, ya falta poco para reunirnos y no separarnos nunca más. También le doy las gracias a Jesús por hacerme creer en Él, y le pido cada día al Espíritu Santo que incremente mi fe. Lo que más me gustaría es poder transmitirla a los demás.

Margarita Boned
Madrid

Pena de muerte para inocentes

A la llegada de la democracia, en un acto de progresismo humanitario, se abolió la pena de muerte para delincuentes de toda índole. Repito: delincuentes de toda índole. Ahora, me llama la atención que se invoque el progresismo para condenar inocentes. Es para mí sólo una aberración egoísta e irresponsable.

Juan Manuel Abella Gurrea
Madrid

Más violencia en las parejas

Los breves comentarios de Benigno Blanco publicados por Alfa y Omega (Presidente del Foro Español de la Familia) sobre el auge de la violencia en las parejas, me han hecho reflexionar. Él apunta que no le sorprende en absoluto al tratarse de un problema moral. Coincido con él en que toda delincuencia y acto ilícito tiene una raíz moral. Un debate sobre la reforma de la Justicia en España iniciado en el año 2000, ante el incremento de la saturación de las cárceles y de los juzgados, desembocó en la agilización de los procesos judiciales y la creación de nuevos juzgados, entre ellos algunos especializados en la violencia contra la mujer. Sin embargo, estos juzgados, en un par de años, ya estaban colapsados. No sólo los penales, también los de jurisdicción civil. La causa proviene de que estas medidas no tratan directamente el mal, sino tan sólo consideran su manifestación. En efecto, las situaciones de marginación, los conflictos civiles y la criminalidad son oriundos de una ausencia de amor y de educación en la sociedad y, especialmente, en las familias. Esto no es un invento, es un dato real con cifras, comprado en la sociedad de estadounidense y publicado en el libro Freakonomics (Ediciones B): «Décadas de estudios han demostrado que un niño que nace en un entorno familiar adverso tiene muchas más probabilidades de convertirse en un delincuente». Si el Ministerio de Justicia se empleara más en apoyar a la familia, en fomentar los valores familiares, religiosos y morales en España, lograría extirpar el verdadero mal que subyace tras este incremento sintomático de los pleitos y de la delincuencia y que tanto sufrimiento humano (y coste económico) supone. No necesitaría tanta policía y jueces para ordenar la vida social. Las comunidades y familias estables, donde niños y jóvenes encuentran afecto, se apoyan y se educan, son el remedio del mal moral endémico.

Juan M. Palao Uceda
Madrid

Supervivientes

No me refiero a ese programa de la TV en el que sobrevivían todos. Los supervivientes a los que aludo forman parte de otro programa: el que está llevando a cabo en nuestro país la cultura de la muerte, y en éste, sí que hay muertos, y además, sin opción de defenderse. En 2012, en España se abortó voluntariamente la vida de un niño por cada cuatro que nacieron, y a los 453.637 niños que llegaron a nacer quiero aludir ahora, porque ésos sí que son auténticos supervivientes. También a sus madres, que muchas, en difíciles circunstancias y cuando todo les invitaba a deshacerse del problema, hicieron caso omiso: a las de Este bombo es mío; a las políticas que, usurpando voces ajenas, quieren reforzar la suya arrogándose el derecho de hablar en nombre de las mujeres; a los políticos que se presentan con un programa que ni siquiera comparten; a unos que dicen llamarse médicos y se permiten aconsejar sobre lo que las madres tienen que hacer con la vida de sus hijos; al padre del niño que llevan en su seno y que las abandona cuando más lo necesitan y de tanta gente buena, conformista, que prefiere mirar para otro lado. A estos 453.637 que nacieron y a sus padres les doy mi más calurosa enhorabuena. Seguro que ninguno de ellos se ha arrepentido de esa decisión. Lo siento enormemente por los 112.390 a los que no dejaron nacer y por sus madres. Siento que no encontraran a nadie que las avisara de que iban a solucionar un problema momentáneamente, para arrastrar otra pesada carga durante toda su vida. Triste. (En el tiempo en que he tardado en escribir esta carta, han nacido 51 niños y a otros 13 no los han dejado nacer con vida).

Victoria Blasco
Madrid

La familia…, ¡qué gran invento!

Todos sabemos que hay una sola Sagrada Familia y quiénes son los que la componen (aunque algunos la confunden con el templo de Gaudí). Todas las demás, fundadas a partir del matrimonio entre un hombre y una mujer, son la familia sagrada, porque todas han nacido no de la decisión de un Parlamento, sino de la Ley Natural, cuyo autor es Dios y, aparte de intereses más o menos legítimos, el común de todas ellas es el amor, y el amor no es una decisión personal, es una fuerza ajena a mi voluntad que puedo –eso sí– aceptar o rechazar por el ejercicio de mi libertad. Si ningún Parlamento ha inventado la familia, sí, en cambio, los hay empeñados en deformarla y destruirla, diluyendo su personalidad con una variedad al gusto, aprobando leyes que faciliten la ruptura en lugar de educar, desde la infancia, en la cultura del esfuerzo para superar los problemas que toda convivencia provoca… Y es que hay políticos pegados a su poder que, sabiendo a la familia superior a toda otra institución humana, pretenden apropiarse de los derechos de aquélla, sin importarles que su desaparición provoque la muerte de la sociedad tal como se conoce desde tiempo inmemorial.

Amparo Tos
Valencia