Jesús, en su camino hacia Jerusalén, atravesaba las calles de aquella ciudad. Al llegar a la altura del árbol en que se había encaramado Zaqueo para verle pasar, el Señor «levantó los ojos y le dijo: Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa». Aquel hombre no salía de su asombro. El hecho de que Jesús llame a Zaqueo por su nombre significa que lo conoce bien. Todos somos de un modo u otro Zaqueo: a todos nos conoce Jesús por nuestro nombre. Él sabe de nuestras trampas, infidelidades, mentiras, envidias. Y, sin embargo, ha mostrado en nosotros su misericordia, nos ama y nos ofrece la salvación.
Existen diversos cauces por los que Dios derrama su misericordia sobre nosotros. Pero Dios, en su infinito amor, ha querido establecer con nosotros un cauce concreto, visible y ordinario de su misericordia a través de sus sacramentos, y –de una forma muy especial– del sacramento de la Reconciliación.
Nos puede costar entender la razón de esta encarnación y personalización del perdón de Dios. No deja de ser sorprendente que, a veces, no comprendamos el camino de la sencillez que nos ofrece su misericordia. «¡La misericordia es el corazón del Evangelio! Es la buena nueva de que Dios nos ama, de que ama siempre al pecador y lo atrae hacia sí y lo invita a la conversión. ¡La confesión no es un tribunal de condena, sino una experiencia de perdón y misericordia!», ha dicho el Papa Francisco.
El Papa invita a los sacerdotes a ejercer con generosidad y esfuerzo este magnífico servicio de misericordia en el sacramento de la Reconciliación. Ellos son ministros de la misericordia, servidores del perdón de Dios. Este perdón conlleva así mismo una misión. Quien ha sido perdonado es convertido en testigo y mensajero de la misericordia de Dios, es un reconciliado, para acercar a todos a esta gran misericordia que perdona, que recupera la dignidad, que rehace lo que estaba roto con el fin de sanar la filiación herida.
También nosotros podemos recordar la historia de nuestra vida, siendo conscientes de que cada paso, cada acontecimiento, es expresión de la misericordia de Dios. Una misericordia que nos abre a la alegría, la paz y la esperanza.
Obispos de Pamplona-Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria
De la Carta para Cuaresma y Pascua Misericordia entrañable