Un colegio para la misión
Desde el pasado mes de septiembre, Estrasburgo dispone de una nueva escuela católica, se trata del Cours Herrade de Landsberg, impulsada por el abogado Grégor Puppinck y, con ello, realiza su contribución personal a la nueva evangelización, en una ciudad que, hasta hace bien poco, era un referente de la influencia religiosa
Francia vive una crisis de valores sin precedentes, con un número cada vez mayor de divorcios y de niños que nacen fuera del matrimonio, y con una práctica religiosa que –salvo el Islam– no levanta cabeza. Uno de los corolarios de esta tendencia es la pérdida de identidad de la enseñanza concertada, especialmente la católica. Un número de padres cada vez mayor la elige para sus hijos. Aportan alumnos, pero no valores.
Estrasburgo, ciudad que figuraba, hasta hace bien poco, entre las más cristianas de Francia, está hoy profundamente secularizada, y el abogado Grégor Puppinck ha decidido reaccionar. Conocido por ser el director al frente de The European Center for Law and Justice, atalaya desde la cual defiende incansablemente, ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), la libertad religiosa, de conciencia, educativa, de la familia y tantas otras. A su labor de zapa, se le debe, por ejemplo, que el TEDH considerase conforme al Convenio Europeo de Derechos Humanos la presencia del crucifijo en las aulas (la ya célebre sentencia Lautsi). También contribuyó, de forma discreta pero decisiva, a que la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa votase una resolución que apoyaba la objeción de conciencia para los médicos y demás miembros del personal sanitario que se negasen a practicar abortos.
Ahora, y sin dejar su trabajo, ha impulsado, junto a su mujer, Thérèse, y una profesora, la creación en Estrasburgo de un colegio de nítida inspiración católica, llamado el Cours Herrade de Landsberg. Como explica a Alfa y Omega, el objetivo «es crear un centro con buenos métodos (clásicos) y un buen espíritu católico; algo que ya no existe en la enseñanza concertada».
Puppinck detecta tres fallos de bulto en la enseñanza concertada, en Francia. El primero tiene que ver con la propia fe, «que se ha convertido en una mera opción al margen de la vida del colegio». El segundo es un ambiente «poco propenso» a la buena educación de los hijos. Por último, Puppinck estima que el nivel de la enseñanza concertada es «medio». Precisión importante: el Cours Herrade no pretende competir con la enseñanza concertada, sino ser complementario. El nuevo colegio acoge a alumnos especiales, que incluyen tanto a los más problemáticos, como a aquellos que poseen más facilidades, si bien Puppinck evita cuidadosamente utilizar la palabra superdotados.
Sin embargo, el principal rasgo de su condición de centro complementario es el pequeño número de alumnos, diez a día de hoy. Normal, si se tiene en cuenta que el Cours Herrade abrió sus puertas en septiembre. «Es poco –concede Puppinck–, pero es una cifra bastante correcta para un comienzo». Y añade que ya tienen «alumnos matriculados para la próxima vuelta al curso en septiembre de 2015». El objetivo que persigue es tener, «de aquí a unos años, alrededor de 150 alumnos».
Su primer balance es que «los niños están felices». El Cours Herrade fomenta, además, la solidaridad entre las familias, lo que da lugar a un «auténtico bien común constituido por la entrega y la generosidad de padres, profesores, voluntarios y donantes». Unos donantes que adquieren particular importancia, al no recibir el centro (por ser no concertado) ningún tipo de ayuda pública. La inversión inicial ha sido sólo de 5.000 euros, gracias a que se les ofreció gratuitamente todo el material y a que el acondicionamiento de las instalaciones ha sido realizado por voluntarios. Aún así, hay que seguir encontrando mecenas y donantes para cubrir unos gastos de funcionamiento que ascienden a 40.000 euros por curso.
Lo que no ha faltado ha sido el apoyo de la Santa Sede: el día de la inauguración, estuvo presente monseñor Ignazio Ceffalia, número dos de la Nunciatura Apostólica ante el Consejo de Europa. Al bendecir el nuevo colegio, subrayó que es «un deber de la Iglesia y de todos los cristianos proponer un verdadero camino educativo que forme y oriente las conciencias hacia las verdades fundamentales y los valores cristianos, para que la manera de pensar de Cristo se convierta en el contenido esencial de nuestra propia personalidad, muy especialmente cuando la sociedad europea atraviesa una fase tan crítica».
Puppinck recoge el guante lanzado por el diplomático vaticano cuando afirma que el proyecto educativo del Cours Herrade se esfuerza en buscar, día tras día, «la unidad entre fe y razón; la fe no se proyecta fuera de la enseñanza: hay dos oraciones diarias y se imparten virtudes, porque el espíritu del colegio (en sentido amplio) es la práctica de las virtudes».
El nombre de este colegio se refiere a la monja Herrade de Landsberg, que nació hacia 1130 y murió el 25 de julio de 1195. Fue abadesa de Monte Saint-Odile, situado a las afueras de Estrasburgo y que ostenta el honor de ser el principal santuario de Alsacia. De Landsberg era poetisa, dibujante y enciclopedista. Según Puppinck, encarnaba «la unidad entre razón y fe, es decir, entre los dos aspectos de la finalidad del hombre, la natural y la espiritual». De su principal obra, el Hortus deliciarum, se desprende que admiraba la complementariedad y la unidad de conocimiento que vinculan a todas las disciplinas. Dicho de otra forma: apreciaba la contemplación del orden del mundo, reflejo de la perfección de su Creador.