13 de abril: san Carádoco, el arpista del rey que fue secuestrado por los vikingos - Alfa y Omega

13 de abril: san Carádoco, el arpista del rey que fue secuestrado por los vikingos

Un monarca tirano le amenazó de muerte cuando perdió a sus galgos, pero eso llevó al santo celta a buscar al Señor en las costas de Gales

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
San Carádoco. Catedral de San David en Pembrokeshire, Gales (Reino Unido)
San Carádoco. Catedral de San David en Pembrokeshire, Gales (Reino Unido). Foto: Dean and Chapter St Davids Cathedral / Christopher Limbert.

El cristianismo en Gales tiene en su historia dos etapas clave: la conocida como la era de los santos, cuando el país fue evangelizado por monjes procedentes de Irlanda y del continente, y la época de los mártires, cuando decenas de fieles fueron asesinados por mantenerse fieles a Roma tras la reforma del rey Enrique VIII. Entre medias destacó la figura de san Carádoco, que abrazó la vida eremítica después de constatar los pecados de otro monarca.

Nacido en Brecknockshire, al sureste de Gran Bretaña, en algún momento a mediados del siglo XI, se cree que Carádoco pertenecía a alguna de las tradicionales familias nobles del país. Quizá por este motivo, lo primero que se conoce de su vida es que su juventud la pasó en la corte del rey galés Rhys ap Tewdwr. Allí gozaba sin duda del favor del monarca, pues era uno de los músicos encargados de distraerle tocando el arpa ante él, al igual que David tocaba la cítara para Saúl siglos antes en Israel. Y, también como este último, el rey Rhys sufría ataques de ira. Un día se ensañó con Carádoco, cuando este perdió a sus perros favoritos, dos galgos con los que el monarca galés salía a cazar por los alrededores de palacio. Tal fue su enfado que Ap Tewdwr le amenazó con matarlo, eso sí, mutilándolo primero. Fue de este modo como Carádoco tuvo que salir corriendo: «Iré y serviré a otro Maestro que valore a los hombres más que a los perros», le espetó a su señor antes de marcharse.

Dicho y hecho, rompió la punta de su lanza para hacer de ella un bordón y se unió a una peregrinación hacia el sur con dirección a Llandaff, hoy un distrito de la ciudad de Cardiff. Allí recibió la tonsura de manos del obispo local, un signo de su compromiso con una vida nueva a los ojos de Dios. El ajetreo de la urbe acabó por alterar sus propósitos de una vida más recogida, así que partió de nuevo, esta vez al oeste. En la península de Gower encontró una iglesia abandonada que san Cenydd había levantado en el siglo IV. Se hizo él mismo una cabaña junto al cementerio, limpiando primero el terreno de zarzas y espinas durante tres días. Y allí, mirando al mar, pasó los siguientes años de su vida.

Santo celta

«Carádoco es uno de los santos cristianos celtas del siglo XII que resuenan fuertemente entre nosotros hoy», afirma a Alfa y Omega el que hoy es obispo anglicano de Saint David’s, Dorrien Davies. El prelado destaca del santo «su preocupación por el cuidado de la naturaleza y de los animales, así como su interés por la sanación de las almas y también por la música». Por todos estos motivos, Carádoco encarna «el espíritu especial de la región de Menevia», lo que ha hecho de él «uno de los santos galeses que han adorado a Dios en este lugar a lo largo de los siglos y que es ampliamente reconocido por todos en Gales».

Carádoco debía de ser un alma inquieta, ya que al tiempo de estar allí volvió a mudarse, esta vez a la cercana región de Menevia, donde fue ordenado sacerdote. Y al poco emigró de nuevo, a la península de Barry, simpre buscando una vida más contemplativa. En Barry se le unieron algunos compañeros con los que inició una sencilla vida comunitaria que, sin embargo, se vio interrumpida cuando unos piratas vikingos invadieron la costa y se llevaron secuestrado al santo y a sus compañeros para hacerlos esclavos. Pero nada más embarcar, el viento arreció y las aguas se agitaron de tal modo que los piratas vieron en esto un signo del cielo, dejando de nuevo a los monjes en el lugar donde los habían atrapado.

Después de aquello, el obispo de Saint David’s le encargó llevar la abadía de Haroldston, donde acabó sus días. Sus compañeros contaron que, en abril de 1124, mientras toda la comunidad se preparaba para la Pascua, dos hombres con estolas relucientes aparecieron en el lugar y, entrando en la iglesia, se acercaron al santo anciano para decirle: «Síguenos, tenemos una carne para comer que tú no conoces». Carádoco les invitó a celebrar la Pascua con ellos, pero respondieron que eso sería «en el gran banquete del Cordero». Cuatro días después empezó a padecer de fiebre y falleció en lo que hoy es el Domingo de la Misericordia.