14 de abril: santa Liduvina, la niña enferma que se parecía a Cristo - Alfa y Omega

14 de abril: santa Liduvina, la niña enferma que se parecía a Cristo

Nació un Domingo de Ramos y falleció un Domingo de Resurrección. Entre medias, Liduvina vivió su personal Semana Santa: de niña se cayó en el hielo y pasó 38 años viviendo la Pasión del Señor, incluso con sus estigmas. Hoy es la patrona de los enfermos crónicos

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
‘Santa Liduvina’. Obra original de Tracy L. Christianson. Foto cedida por Tracy L. Christianson

«Ven con nosotras a patinar al río. Tienes que respirar el aire del campo», le dijeron sus amigas a Liduvina. A ella no le apetecía mucho, porque llevaba un tiempo sintiéndose mal, pero al final esta muchacha de 15 años, hoy patrona de los enfermos crónicos, accedió. Ese día de invierno de 1395 cambió su vida, y solo Dios sabe la de cuántas personas más a lo largo de la historia.

Liduvina –también conocida como Ludwina o Lidwina–, nació el 18 de marzo de 1380, Domingo de Ramos, en Schiedam, un pueblecito al sur de Holanda. Hija de un sereno y de un ama de casa, fue la única chica entre ocho hermanos, y desde pequeña se sintió a gusto rezando y visitando la iglesia local, dedicada a san Juan Bautista.

Ese día de patinaje en el río, una de sus amigas chocó fortuitamente con ella y Liduvina se cayó, rompiéndose una costilla. La llevaron a casa y en los días siguientes su estado se complicó: fiebre alta, vómitos, una infección interna… A pesar de que sus padres se gastaron sus ahorros en médicos, ninguno de ellos pudo atajar el mal y la niña ya no volvió a ser la misma.

El cuadro médico que padeció Liduvina en los años siguientes asusta de veras: absceso de pus constante en el costado, a lo que siguieron llagas, úlceras, gusanos y gangrena, todo ello unido a un dolor insoportable.

El mal acabó recorriendo finalmente todo su cuerpo. Al cabo de un tiempo las piernas se le debilitaron y la niña no podía ni levantarse de la cama. Padeció fuertes dolores de cabeza y perdió la visión de un ojo. Le surgió un cáncer en el pecho y, por si fuera poco, poco después la peste bubónica le drenó la vida dejándola tres enormes ampollas en la zona del corazón. Los médicos no encontraban explicación a cómo lograba sobrevivir a todos esos males.

Liduvina, un llaga padeciente reducida a un saco de huesos, sufrió también mucho en su interior, porque no lograba encontrar sentido a su vida: una adolescente bella y sana a la que de repente llega la enfermedad a arrasarlo todo. Los primeros cuatro años son insufribles: «¿Dónde está Dios?», se preguntaba.

‘Liduvina cae en el hielo’. Ilustración del libro ‘La vida de Lidwina’ de John Brugman (1498).

Vino en su ayuda el párroco del pueblo, el padre John Pott, que le dijo: «La Pasión de Cristo la has meditado poco hasta ahora». El sacerdote le regaló un crucifijo y le dijo que «Dios ama más a los hijos que más hace sufrir».

A partir de ahí, Liduvina despegó. Ofreció todos sus sufrimientos por la conversión de los pecadores y por amor a Cristo. E incluso añadió algunas penitencias que la unían aún más a Él, como dormir sobre unas tablas o comer solo una manzana asada al día…

Su caso empezó a ser conocido y de todas partes de Europa comenzaron a llegar peregrinos en busca tanto de una curación por su intercesión, como de un sabio consejo espiritual. Su habitación se convirtió en la celda de un convento donde llegaban todas las necesidades y miserias del mundo. Vivió su enfermedad con tal intensidad y vocación que llegó a afirmar: «Si bastara rezar una pequeña oración para que se me fueran mis dolores, no la rezaría».

Y así, unida a Cristo, comenzó a experimentar fenómenos místicos: visiones de su ángel de la guarda y de algunos santos, conocimiento del estado espiritual de quienes la iban a ver, y hasta la visita del Señor en la cruz que un día adornó su cuerpo con sus estigmas, asemejándola aún más a Él en su Pasión.

Jesús le dio la Unción

Liduvina llegó a experimentar también sufrimientos morales, como la incomprensión del sacerdote que sustituyó a su antiguo párroco. El cura llegó incluso a acusarla de impostora desde el púlpito, lo que desencadenó una investigación por parte del obispo local.

El pueblo de Schiedam se puso del lado de la santa y las autoridades locales firmaron una declaración que rezaba: «Certificamos por las declaraciones de muchos testigos presenciales que durante los últimos siete años Liduvina no ha comido ni bebido nada, y que así lo hace actualmente. Vive únicamente de la Sagrada Comunión». Al final, la investigación vino a corroborar la vida de santidad de Liduvina y a alejar cualquier inicio de fraude.

El 14 de abril –día de su fiesta– de 1433 la Iglesia entera celebraba el Domingo de Resurrección. Hacia las tres de la tarde, Liduvina vio al mismo Cristo administrándole la Unción de enfermos. Presintiendo cerca su partida, pidió que en su casa se construyera un hospital para los enfermos. La santa murió pocos minutos después, recuperando milagrosamente el aspecto sano y lozano que tenía a los 15 años. Sobre sus estigmas, tan solo tres cicatrices que recuerdan que esta vida pasa y que solo es una sombra de la verdadera Vida que nos espera en el cielo.

Bio
  • 1380: Nace en Schiedam (Holanda)
  • 1395: Sufre un accidente mientras patina
  • 1407: Comienza a tener éxtasis y visiones
  • 1421: Las autoridades locales atestiguan la veracidad de sus padecimientos y de su vida mística
  • 1433: Muere en Schiedam
  • 1890: Es canonizada por el Papa León XIII