Solución sin tardanza a los angustiosos desahucios - Alfa y Omega

Solución sin tardanza a los angustiosos desahucios

En la solemnidad de Nuestra Señora de la Almudena, el arzobispo de Madrid, cardenal Antonio María Rouco Varela, presidió en la catedral madrileña la Eucaristía, en la cual, siguiendo la tradición de siglos, la alcaldesa de Madrid renovó el Voto de la Villa a la Patrona de la archidiócesis. En la homilía, el señor cardenal dijo:

Antonio María Rouco Varela
Un momento de la homilía del cardenal arzobispo de Madrid, el pasado viernes, en la catedral de la Almudena.

Desde hace muchos siglos, los madrileños recibieron en sus casas a la Santísima Virgen María. Sí, desde 1085 la recibieron como la Madre celestial de todos los hijos de Madrid, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Almudena. Fue aquel un año muy significativo para la historia de la España cristiana y, sobre todo, para la de Madrid: ¡un verdadero año de gracia! La maternidad de María es espiritual, pero no por ello menos real y menos perceptible que la maternidad física. Más aún, esa maternidad divino-humana de la Madre de Jesucristo, que nos la entregó en la persona del discípulo amado Juan, al pie de la Cruz, es la que confiere a la maternidad de nuestras madres la hondura del amor, propia y característica de la unión del esposo y de la esposa, que se convierte, sellada sacramentalmente, en una fuente de vida nueva y de nueva Humanidad, dando la vida y educación cristiana a los hijos.

Madrid ha reconocido, a lo largo de toda su historia en ella, la Virgen Santísima, la presencia invisible, pero cercana y tierna, de la Madre en las alegrías y en las penas, en los momentos de esplendor y a la hora de nuestra muerte. El Voto de la Villa es buena prueba de la permanente actualidad y vigencia de lo que podíamos llamar la conciencia y la personalidad mariana de este querido y viejo Madrid. El motivo del Voto del 8 de septiembre de 1646 fue agradecerle el que hubiese salvado de una grave inundación a los madrileños, el año anterior. ¡En cuántas otras horas dramáticas de la historia de la capital de España, durante el pasado milenio, la mediación maternal de la Virgen de la Almudena fue implorada, sentida y acogida como un amparo sobre-humano que aliviaba, curaba, daba vigor y fuerza espiritual al corazón para vencer al mal con el bien, la depresión y la tristeza con la esperanza, y para que la amenaza de derrota de lo verdadero y auténticamente humano fuese superada por la fuerza del amor verdadero! Sin duda, la página más hermosa y, seguramente, la más indiscutiblemente gloriosa de la historia del Madrid moderno y contemporáneo sea la de sus numerosos mártires y santos. La Virgen nunca se alejó de las casas de los madrileños. Tampoco se aleja ahora, en esta encrucijada histórica, tan crítica económica y socialmente, tan dolorosa para las familias y tan necesitada de que la verdad de la fe y la fortaleza de la auténtica esperanza ilumine, sostenga y anime a todos los madrileños y a toda España.

Urge, pues, el saber y el querer orar, pidiendo fervorosamente a la Virgen que nos ayude a superar, lo más pronto posible, esta crisis económica que está dejando sin trabajo a tantas personas; y, a tantas familias, sin casa y hogar: ¡que se encuentre sin tardanza una solución justa, equitativa y solidaria al problema angustioso de los desahucios que amenaza diariamente a no pocas! Una crisis económica que golpea al conjunto de los ciudadanos, pero lo hace muy gravemente con los más débiles y con los inmigrantes.

La alcaldesa, doña Ana Botella, pronuncia el Voto de la Villa.

Que se asegure a todos los niños un padre y una madre

Pidamos también a la Virgen que nos ayude a superar la crisis en aquellos aspectos más humanos, morales y espirituales en los que se juega la subsistencia misma de la familia, y sus bienes fundamentales: su unidad y fecundidad; unidad entre el padre y la madre y entre los padres y los hijos; la posibilidad de tenerlos y criarlos física, psicológica y espiritualmente, en su dignidad de hijos de Dios. Pidámosle con fervor que se salvaguarde la estabilidad fiel del amor conyugal entre la esposa y el esposo y su activa disponibilidad para abrirse generosa y abnegadamente al don de los hijos y a su madura y responsable educación: fruto natural de ese mutuo amor responsable del marido y de la mujer, siempre posible y practicable por la gracia de Dios, que nunca nos falta. ¡Que se asegure, pues, con efectividad jurídica y social, a todos los niños de Madrid y del mundo, que puedan contar y vivir con su padre y con su madre, en la medida de lo realmente posible! Se trata de uno de los derechos más fundamentales y primarios de la persona humana; en una palabra, del bien del ser humano más indefenso y de su porvenir, ligado estrechamente al futuro y al bien de la sociedad. Decíamos los obispos españoles, en la reciente declaración Ante la crisis, solidaridad: «Sin la familia, sin la protección del matrimonio y de la natalidad, no habrá salida duradera de la crisis. Así lo pone de manifiesto el ejemplo admirable de solidaridad de tantas familias en las que abuelos, hijos y nietos se ayudan a salir adelante como es sólo posible hacerlo en el seno de una familia estable y sana».

Hemos de implorar, sobre todo, la protección maternal de María para los jóvenes, víctimas principales de la crisis moral y de humanidad que nos invade. De la seriedad responsable y exigente, ejercida con amor en su trato y cuidado diario por sus padres y sus madres, de una renovación responsable del sistema educativo que lo ponga en condiciones pedagógicas personales y organizativas de disponibilidad objetiva y subjetiva para su educación integral, de la respuesta de las instituciones económicas, sociales y culturales y de las autoridades públicas para abrir nuevos caminos profesionales que les permitan el acceso al trabajo a su debido tiempo y a formas de tiempo libre sanas para el cuerpo y para el alma, depende decisivamente su destino y el nuestro: el de toda la familia humana. Los sucesos acaecidos recientemente en Madrid, en los que perdieron la vida cuatro de nuestras muy queridas jóvenes -Rocío, Katia, Cristina y Belén, ¡casi unas niñas!-, lo corroboran clamorosamente: ¡urge una verdadera conversión personal y ciudadana de la sociedad madrileña! Nuestra responsabilidad, la responsabilidad educativa y evangelizadora de la Iglesia -de sus hijos y de sus hijas-, cualitativamente mayor, es manifiesta. La llamada urgente a la conversión debe de comenzar por nosotros mismos. La Jornada Mundial de la Juventud, que celebrábamos con el Santo Padre y una inmensa riada de jóvenes de todo el planeta, en gozosa comunión de fe, de esperanza y de amor fraterno, nos indica con luminosa claridad la dirección del buen camino para la pastoral juvenil del hoy y del mañana; y, a todos los agentes sociales de la diversión juvenil y del tiempo libre, las pistas apropiadas cultural y educativamente que les permitan crecer y madurar humanamente.

Los jóvenes de Madrid hacen su ofrenda de flores a su Patrona, en el día de su fiesta.

Misión Madrid: exigente, bello y vibrante empeño

Debemos de pedir finalmente a la Virgen que nos asista en el exigente, bello y vibrante empeño de la Misión Madrid para que la crisis espiritual, latente y operante en la raíz misma de la crisis económica, social, cultural y moral, tan dolorosa e implacable, pueda ser superada por el anuncio y testimonio valiente y coherente de la fe en Jesucristo, con obras y palabras, respondiendo, como servidores y testigos de la verdad, pronta y ardientemente a la llamada del Santo Padre Benedicto XVI a una nueva evangelización en el Año de la fe. Entre los madrileños tampoco es desconocida la crisis de la fe en Dios y en quien se ha revelado, Jesucristo, el Redentor del hombre. No son pocos los que ignoran e incluso niegan a Dios y, muchos más, los que viven como si Dios no existiese. Y, no son menos, los que rechazan que Jesucristo sea el Hijo de Dios, hecho hombre para la salvación del hombre: El no a Dios hace imposible el sí a Cristo en la totalidad de su verdad divino-humana y, a su vez, el no a Cristo abre la puerta de la mente y del corazón para el no a Dios sin más dubitación y reserva intelectual y espiritual; e, inevitablemente, para el no al hombre en su valor y dignidad trascendentes. Superar la crisis de la fe es de una importancia decisiva para que cada persona y la sociedad en su conjunto, España y Europa, ¡Madrid!, encuentren la luz que ilumina el sentido de la vida, el verdadero futuro del hombre y de la Historia y la fuerza que les permite superar la crisis de esta hora histórica. Benedicto XVI, en el discurso a la curia romana de la pasada Navidad, diagnosticaba la situación de la crisis europea en estrecha relación con la crisis de la fe, del modo siguiente: «El núcleo de la crisis de la Iglesia en Europa es la crisis de fe. Si no encontramos una respuesta para ella, si la fe no adquiere nueva vitalidad, con una convicción profunda y una fuerza real gracias al encuentro con Jesucristo, todas las demás reformas serán ineficaces».

La fuerza transformadora de la fe se muestra especialmente viva y operante cuando los compromisos del amor de Cristo, en quien se cree, espera y ama, se convierten en obras de amor fraterno. Cáritas, diocesana y parroquial, y tantas obras de caridad de conocidas instituciones eclesiales son una de sus manifestaciones más conocidas y valiosas. «La fe sin la caridad —nos enseña el Papa en la Carta apostólica Porta fidei— no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda».

Nuestra oración en este día deberá culminar en el ruego ferviente de que en este curso, ya comenzado, la fe, la vida y las obras de los hijos de la Iglesia en Madrid y en toda España haga notar a toda la sociedad que la morada de Dios con los hombres, de que habla el vidente del Apocalipsis, se ha iniciado ya; que acampará entre ellos, que serán su pueblo, y Dios estará con ellos; que enjugará las lágrimas de sus ojos y que la muerte de las almas y el llanto, el luto y el dolor de los hombres pasará, porque Cristo, el Señor, nos dirá: «Todo lo hago nuevo».

Amén.

Una catedral repleta para honrar a la Patrona

A falta de 15 minutos para el comienzo de la celebración, en la catedral de la Almudena no cabía ni un alfiler. Cientos de fieles se agolpaban en el templo —poco acostumbrados a pasar bajo techo el 9 de noviembre— para acompañar a su Patrona: las irreductibles mujeres que, cada año, acuden con flores a ofrecer a la Almudena sus anhelos; sus hijos, hoy padres de familia, que continúan cultivando la fe transmitida; los jóvenes, cansados por trasnochar en la Vigilia, pero honrando de nuevo a María, y un sinfín de madrileños más.

Entre ellos, algunos ilustres, como doña Ana Botella, alcaldesa de la Villa y primeriza en renovar el Voto. Con emoción contenida, doña Ana puso a los pies de la Virgen el dolor del pueblo de Madrid, encabezado por el triste suceso del Madrid Arena: «Todos los madrileños hemos sentido como propio el dolor de sus familias, y los que somos padres muy especialmente», señaló la alcaldesa, quien pidió a la Virgen que extienda su «manto de infinita misericordia» sobre los padres de las cuatro jóvenes fallecidas. Doña Ana también se mostró orgullosa de su ciudad, y ante la Almudena afirmó que, «en medio de las dificultades, siempre es capaz de dar lo mejor de sí misma». Y pidió a la Virgen: «Ayúdanos a que este corazón pueda latir con fuerza a favor de los que sufren la desgarradora crisis económica que nos ha tocado vivir»; y a continuación alabó el trabajo de «la Iglesia y las organizaciones sociales que se están volcando en la atención de los que más lo necesitan».

También acudió a la celebración don Ignacio González, Presidente de la Comunidad de Madrid, quien disfrutaba la festividad, por primera vez, a la cabeza de la Autonomía. Don Ignacio recordó ante los micrófonos de la Cadena COPE su voluntad de «trabajar juntos» y dejó «un mensaje de esperanza ante la dificultad».

La Eucaristía, presidida por el cardenal arzobispo de Madrid, fue concelebrada por los obispos auxiliares —monseñores Herráez, Franco y Martínez Camino—; el arzobispo castrense, monseñor Juan del Río; el Nuncio de Su Santidad en España, monseñor Renzo Fratini; el obispo de Alcalá de Henares, monseñor Reig Pla; y los obispos de Getafe, monseñor López de Andújar, y su auxiliar, monseñor Rico Pavés, además del Cabildo catedralicio y más de un centenar de sacerdotes, que no quisieron faltar a la cita.

Cristina Sánchez