Sin Misa desde 2019 - Alfa y Omega

Esta Navidad ha sido más especial que nunca para la comunidad cristiana iraquí refugiada en la zona oriental de Turquía. Llevan desde diciembre de 2019 sin poder celebrar Misa, a excepción de los pocos que han participado en nuestras actividades de verano. Normalmente, un sacerdote turco de rito caldeo va de una ciudad a otra para celebrar la Eucaristía a las comunidades cristianas de lengua árabe. Consigue hacerlo en cada zona cada dos o tres meses. Pero debido a la COVID-19 y a problemas personales del sacerdote, esto no ha sido posible durante todo 2020.

Por ello, estas comunidades han seguido las celebraciones navideñas vía internet, cada uno en su casa. Casi todas las familias iraquíes refugiadas en Turquía tienen un pequeño altar y un espacio para la oración en sus hogares. Allí exponen la cruz y la Palabra, acompañados por las velas y el incienso.

Ellos intentan enseñar todas las oraciones a sus hijos, y muchos de estos niños saben una multitud de salmos de memoria. Los cristianos refugiados desean que sus hijos conozcan bien la Palabra y puedan crecer en su fe, aun estando en el exilio.

En el rito caldeo y asirio se suele cantar mucho, y cantar además todos los salmos. Yo me conmuevo profundamente escuchando a estos hombres y mujeres y a sus pequeños rezar con tanta devoción, cantando los salmos y otras oraciones.

En este tiempo no han podido ir a Ankara, que está a dos horas de coche, para participar en la Eucaristía, por los límites impuestos por el coronavirus. Algunos, en los tiempos sin pandemia, iban en el autobús o en su propio coche (solo unos pocos) una vez al mes para poder recibir la comunión. Este año han tenido que renunciar también a este gran don.

Por ello, en su corazón aumenta el deseo de poder vivir en un país donde las comunidades cristianas puedan vivir libremente su fe y donde sea normal tener un lugar físico, visible y reconocido oficialmente por el Gobierno como lugar de culto para los que profesan su fe en Cristo.

No piden grandes lujos o caprichos. Su necesidad más fuerte es la de poder vivir su fe en libertad y junto a muchos otros creyentes. Ojalá pudiésemos ayudar a nuestros gobiernos a abrir sus fronteras a estos hermanos tan necesitados de libertad y justicia.