El diezmo - Alfa y Omega

Regresábamos de una convivencia con un grupo de mujeres cuando, cerca de casa, se nos acercó un joven y nos dio bonos de comida para los pobres. Cuando quisimos saber quién era nos dijo: «Eso no es importante. Lo único importante es que vosotras me ayudéis a compartir estos bonos con las familias más pobres entre los refugiados». Y se marchó corriendo, casi queriendo evitar que pudiésemos fijar su rostro en nuestra memoria.

Estos encuentros han continuado cada dos meses. Es como si él estuviese esperando en la calle para vernos pasar y dejarnos su don para los pobres velozmente. Nosotras nos preguntábamos quién podía ser, pues no lo habíamos encontrado en ninguna familia. Cada vez hemos repartido estos bonos entre ocho familias necesitadas.

Durante la tarde fuimos a visitar a una nueva familia. Llegamos a casa de Rosa, Juan y sus hijos. Dejaron Irak hace siete años y, antes de llegar a Turquía, vivieron en el patio de una iglesia durante seis meses junto a otros refugiados que habían escapado cuando el Daesh estaba llegando hasta ellos. Viven en un apartamento alquilado. Él trabaja muy duro en una fábrica de mármol y ella cuida de los niños. Nos invitaron a rezar la novena al Sagrado Corazón y yo me quedé muy sorprendida del fervor y recogimiento de los dos niños durante la media hora que duró este momento de oración.

Después de haber compartido un poco sobre sus vidas, oímos el timbre y Rosa se levantó para abrir la puerta. «Mi marido regresa de su trabajo». Una de mis hermanas lo miró y me dijo: «Se parece mucho al hombre que nos trae los bonos de comida». Él con la cabeza nos hizo un gesto y nos pidió callar. Entendimos inmediatamente que era él, y que no deseaba que otra refugiada que estaba compartiendo con nosotros y receptora de los bonos pudiese descubrirlo. Disimulamos y seguimos hablando de otras cosas hasta que su mujer se llevó a la otra señora a la cocina, y solo entonces él nos miró y nos dijo: «¿No está escrito en la Biblia aquello de ofrecer a los pobres el 10 % por ciento de tu ganancia? Eso es lo que nosotros intentamos hacer. Cuando llegué aquí era un cristiano de nombre, con una fe superficial. Este exilio me ha llevado a comprender que solo compartiendo podemos vivir nuestra fe. Por favor no desvelen nuestro secreto».

Esta semana por primera vez ha venido a nuestra casa y nos ha entregado su ofrenda para los más pobres.