Amor cristiano - Alfa y Omega

Una de nuestras actividades pastorales es la visita a las familias. En la ciudad donde vivimos son 110 y cada día nos proponemos visitar dos. Las otras cinco ciudades que se encuentran en nuestra zona pastoral las visitamos menos debido a las distancias. Hace poco visitamos una de ellas, donde viven una doce familias iraquíes cristianas. Mientras estábamos en una casa, Amal nos preguntó:

—¿Podéis venir conmigo a visitar y rezar por Nura, una señora anciana, iraquí y musulmana? Ella, sabiendo que veníais, me ha preguntado si creía que las religiosas aceptarían visitarla.

Con mucha alegría nos desplazamos a verla. La señora Nura estaba enferma y sola, pues sus hijas habían emigrado a Europa y América. Ella, como los demás refugiados, esperaba la llegada de su visado para poder reunirse con una de sus hijas hasta que enfermó. Sus vecinos turcos, también musulmanes, la ayudaron algunos días, pero después se fueron a tocar a la puerta de Amal, cristiana e iraquí, para pedirle si podría ayudar a la señora Nura. «Nosotros no hablamos el árabe y nos es difícil entenderla».

Amal no lo dudó, aun teniendo en su casa a su hermana, que se encontraba recibiendo quimioterapia. Ella, que había tenido que dejar su tierra amenazada por el ISIS por ser cristiana, se encontraba ahora con esta realidad, donde Dios le pedía ayudar a otra hermana musulmana que también había escapado de Irak porque no compartía las ideas de esos grupos que usan el nombre de Dios para excluir y matar. Ese día rezamos por ella y con ella. Para nosotras fue uno de los momentos más profundos de aquella visita.

Un mes después de nuestra visita la señora Nura murió. Amal estuvo a su lado hasta el último momento. Fue ella la que llamó a sus hijas y la que las recibió cuando pudieron viajar hasta allí para celebrar el funeral de su madre.

Estamos seguras que ella desde el cielo intercede por Amal y su familia, y por el diálogo y respeto entre cristianos y musulmanes en todo el mundo.

En esa misma ciudad Juan, el laico responsable de la comunidad cristiana, ha abierto una lavandería gratis para todas las personas que lo necesiten. A ella vienen refugiados de diferentes nacionalidades y religiones. Juan dice: «Nosotros somos ayudados por comunidades cristianas de Europa y América, y compartimos esa ayuda con quien lo necesita tanto o más que nosotros».