El nombre de san Valentín, obispo y mártir, protector de los enamorados de todo el mundo, está siempre unido al amor; cuenta la tradición que san Valentín fue el primer religioso que celebró la unión entre un legionario pagano y una joven cristiana. Consciente de que el hombre [varón y mujer] es el primer camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión, he querido promover en Alcalá de Henares una Vigilia de oración por los novios, los prometidos y los matrimonios; también oraremos por los matrimonios con dificultades, separados o divorciados.
Todos buscamos amar y ser amados; pero para ello necesitamos un maestro. Necesitamos volver a Jesucristo para aprender a amar y para tener la fuerza de amar, cada cual según su propio estado y condición. En este sentido, es necesario recordar a todos, y de manera especial a los jóvenes, al menos tres verdades sin las cuales la vida conyugal está llamada al fracaso. Primero: la unidad sustancial cuerpo-espíritu; el cuerpo no es una prótesis de la persona, es sacramento de la persona, su visibilización. Segundo: la diferencia sexual no es un accidente, es constitutiva de la persona; somos varón o mujer por voluntad de Dios, y desde esa diferencia somos llamados al amor; cada aspecto de nuestra anatomía tiene una dimensión nupcial, está creado para amar, y en el ámbito del matrimonio se hace lenguaje del amor en el abrazo conyugal abierto a la posibilidad de una nueva vida. Tercero: como consecuencia del pecado original, todos somos víctimas de la concupiscencia, es decir, de una inclinación al mal; por ello, es necesaria la redención del corazón, la gracia de Jesucristo, que nos capacita para amar y perdonar.
La Iglesia quiere ayudar a quienes legítimamente desean aprender a amar. Es necesario iluminar a esta generación y combatir el materialismo y el emotivismo, y también el espiritualismo y el voluntarismo, e incluso las supersticiones en torno al enamoramiento. Sin la conversión, sin la inteligencia y la voluntad sanadas por la gracia de Dios, no es posible un amor verdadero y duradero. La festividad de San Valentín es una ocasión de gracia: el hombre no puede vivir sin amor.