Ha llovido desde que, en marzo de 1965, un joven teólogo, perito conciliar, Joseph Ratzinger, trabajaba en la Comisión Conciliar de las Misiones, preparando la doctrina del Concilio sobre la evangelización. Era en Nemi, en el Centro Internacional de la Sociedad del Verbo Divino, a la que ahora ha vuelto Benedicto XVI desde Castel Gandolfo; en la capilla, como se ve en la foto, le esperaban los 150 participantes en el Capítulo General de los Misioneros Verbitas. El Santo Padre evocó «quizá el más bello recuerdo de todo el Concilio»; recordó a los grandes teólogos que trabajaban con él, al padre Schütte, que había sufrido en China a causa de su dinamismo misionero, a monseñor Fulton Sheen, al padre Congar y a los grandes misionólogos de Lovaina. Y recordó, sobre todo, lo esencial: que «el bien tiene la necesidad de comunicarse».