«Estábamos en plena celebración del Domingo de Ramos cuando los rebeldes tomaron el Palacio presidencial, entre disparos de metralletas y armas pesadas»: así lo ha contado el misionero español, padre Agustín Cuevas, que trabaja en la misión salesiana de Galabadja, en Bangui (República Centroafricana). Un golpe de Estado ha sembrado en la República Centroafricana el terror, la violencia y el expolio. Los seminarios han sido saqueados y el pillaje se ha generalizado en todo el país. Una vez más, los prófugos, a millares, y los más desheredados pagan el pato de la ambición desmedida, y las más de las veces impune, de los golpistas. Misiones enteras, con sus guarderías, colegios y dispensarios sufren las consecuencias del movimiento rebelde islamista que, por el momento, no tenía otro programa que el de expulsar del poder al presidente Bozizé. El obispo de Bangassou, el español monseñor Juan José Aguirre, ha recordado que la República Centroafricana no tiene la fuerza de Malí y que las masacres serán generalizadas, y ha reclamado una intervención urgente de la ONU en el país.