No es verdad 883 - Alfa y Omega

Seisme: es la palabra que campea en la portada del diario conservador francés Le Figaro, tras las elecciones europeas en las que la ultraderecha francesa ha dado la campanada. La palabra se repite en las portadas de otros diarios europeos que hablan de terremoto y hasta de tsunami. Estas elecciones europeas que le importaban un pimiento a más de la mitad de europeos con derecho a voto, como demuestra su abstención, han convertido el próximo Parlamento europeo en una especie de jaula de grillos, basta ver el pintoresco y colorido abanico del queso gráfico que refleja en los medios el resultado electoral. España, como es diferente, ha visto y ojalá que escuchado otra campanada: aquí el bombazo lo ha dado la ultraizquierda -cada uno da lo que tiene y es inútil pedirle peras al olmo-, un muchachito con coleta, revoltoso, marxista, bolivariano de expresión y de cartera. Sigan, sigan las televisiones y las radios de derechas dándole cancha, en nombre de no sé qué especie de pazguato y letal pluralismo, y sigan haciéndole la campaña… El resultado de las europeas en España nos deja una especie de italianización de nuestra política, justa y precisamente cuando los italianos empiezan a desitalianizarse y dejan a los cómicos para el teatro.

El día que ABC publicaba en su portada los olvidos de la campaña europea en España, como puede verse en la ilustración de este comentario, el candidato del PP señor Arias Cañete concluía así una Tercera de dicho diario: Necesitamos repensar Europa. Ni él mismo se imaginaba seguramente hasta qué punto eso va tener que ser verdad en el día a día de Estrasburgo y de Bruselas, a partir de ahora, si no se quiere correr el riesgo de acabar como el Rosario de la aurora. El bipartidismo, que en Europa lo tendrá más fácil que en España, porque será muy difícil que la jaula de grillos pueda ponerse de acuerdo, aquí no ha muerto, pero ha quedado herido de muerte, y verdaderamente resulta muy difícil entender cómo un partido como el PP, que ha perdido varios millones de votos, puede salir en plan triunfalista diciendo Hemos ganado. Pero, ¿qué es lo que han ganado? Hace falta o mucha insensatez o mucha miopía política, y no sabe uno qué es peor, si lo uno o lo otro. Siga, siga el PP preocupado únicamente por lo económico y deje las creencias, las convicciones, los principios y los valores en manos de otros, y ya verá lo bien que le sigue luciendo el pelo…; y comprobará -¡ojalá Dios no lo quiera!- si tenían o no razón quienes, sensatamente, avisaron a tiempo de los riesgos evidentes de lo que se avecinaba y se sigue avecinando, porque ya me contarán ustedes qué cesto se puede hacer con estos mimbres.

Dicen los que entienden -aunque yo creo que los que dicen que entienden cada vez entienden menos- que esto que ha pasado, este seísmo, este terremoto, este tsunami, puede ser un aviso a tiempo para los navegantes. Dios les oiga, pero, a juzgar por las primeras reacciones y manifestaciones, mucho me temo que se confíen alegre e irresponsablemente y, en vez de tomar las medidas adecuadas ya, sin esperar ni un minuto más, se crean la milonga ésa de que en unas generales los votantes votarán de otra manera. Los votantes están tan cabreados y tan hasta las narices de dar una mayoría absoluta para nada, que en unas generales puede pasar cualquier cosa, y el que avisa no es traidor. Marina Le Pen ha ganado en Francia porque ha sido capaz de cambiar el Frente Nacional, en el que la han votado desde obreros hasta intelectuales. Aquí, ¿es imaginable siquiera que haya alguien capaz no ya de cambiar, sino de embridar ese crecido y arrogante frente popular de descarados antisistema mezclados con cafres, resentidos, neomarxistas, aprovechados de toda laya y pelaje que ni quieren oír hablar de leyes, de Constitución, de Deuda pública, de normas, y en el que todo vale? Es más cómodo lo de Andalucía, lo de Portugal, o lo de la desmesura futbolera de miles de euros por ver un partido de fútbol. Humano, comprensible, pero desmedido.

Indigna la desfachatez de quienes han estado creando y alimentando a extremistas radicales y, ahora que le ven las orejas al lobo, editorializan que los europeístas no pueden permitir que los extremistas rompan la Unión Europea. Gobernar va a ser tarea de prestidigitadores o poco menos, cuando, como ha escrito Ignacio Camacho, los europeos hemos venido a caer en manos de una pléyade de charlatanes, oportunistas y exaltados; o, como ha escrito Albiac, los ciudadanos de media Europa tenemos la sensación, la vaga certeza, de que nos están tomando el pelo. Lo sucedido no es siquiera protesta. Es tedio.