Yo ya sé que, como reza la vieja sabiduría del refrán castellano, mal de muchos, consuelo de tontos, y también sé que el diluvio en otras partes no impide ni arregla el aguacero aquí; pero no está mal que, en una época de globalización como la que vivimos, y de manera especial en una semana en que celebramos el Domund, un filósofo humorista como Máximo nos recuerde que hay mucha gente que vive peor que nosotros. Lo verdaderamente penoso, y hasta cierto punto incomprensible, es que entre nosotros haya —y cada vez parece haber más— gentes empeñadas en empeorar la situación. Se hace muy difícil de entender la exhibición de insolidaridad, por ejemplo, de algunos dirigentes sociales en Cataluña, precisamente en un momento en el que la crisis económica reclama unir fuerzas. Se ve que es un mal casi endémico de nuestra sociedad, en la que parece haber especialistas en complicarlo todo más de lo que está: hace diez años que pasó lo del Prestige, y llama la atención que un juez lo saque ahora a colación, precisamente cuando va a haber unas elecciones autonómicas en Galicia y parece que las va a ganar quien las va a ganar.
Es grande, muy grande, la responsabilidad de los dirigentes —no sólo políticos, sino líderes en el campo social, cultural, religioso, económico, educativo—, y Dios nos pedirá a todos cuentas de nuestros actos. Que estos dirigentes digan, por ejemplo, al socaire de un eventual referéndum ilegal en Cataluña, que estarán «al lado del pueblo» requeriría un mínimo de honradez moral y de discernimiento para saber, antes de echar la lengua a paseo, dónde está el pueblo, porque a lo mejor creen que está donde ellos creen que está y no es así; en cualquier caso, son provocaciones e incitaciones que pueden ser calificadas de cualquier manera menos de prudentes. Como se trata de materia política, esos dirigentes tienen todo el derecho del mundo a opinar lo que opinan; exactamente el mismo derecho que tengo yo a opinar lo contrario. Ha estado muy bien esa niña catalana de 14 años, Blanca Rosal Ayuso, que es una de las ganadoras del concurso ¿Qué es un rey para ti? y que, al ser recibida en La Zarzuela por Su Majestad, le dijo: «El capitán del barco tiene que encargarse de que los marineros estén unidos»; y también: «Tenemos que intentar que nadie se tire por la borda». Se ve que, a pesar de que como ha dicho, en una reciente entrevista, un profesor de instituto, don Antonio Robles: «Los maestros son el ejército del nacionalismo», hay algunos niños, precisamente catalanes, que no se dejan engañar por ese ejército. Vamos a ver cuánto se dejan engañar por el eventual ilegal referéndum que anuncia el neobatasuno señor Mas, que acaba de hablar de la necesidad de «internacionalizar el conflicto». ¿Qué conflicto? Y, caso de que lo haya, ¿quién lo ha creado? De momento, como muy bien ha señalado, con tiempo, el avizor José María Carrascal, «la pregunta del hipotético referéndum catalán esconde una mentira a los hipotéticos votantes. La pregunta que hay que hacer en el famoso referéndum de autodeterminación no es: ¿Usted desea que Cataluña sea un nuevo Estado de la Comunidad Europea? La pregunta es: ¿Quiere usted que Cataluña se separe de España?». Evidentemente, porque Estado de la Comunidad Europea ya lo es Cataluña porque lo es España. O sea, que antes de empezar ya estamos con mentiras; además de que, al margen de todo esto, lo único que habría que hacer es aplicar la ley y no celebrar semejante referéndum ni hacer semejantes preguntas.
Ha sido admirable y muy reconfortante la manifestación de catalanes que se sienten españoles como catalanes, y que ha llenado, con su bandera roja y gualda, la plaza de Cataluña. Pero, como ha escrito Salvador Sostres, ese estupendo catalán que ya está empezando a recibir las primeras amenazas, esa manifestación ha sido «muy tarde, demasiado tarde».
Mientras tanto, ahí tienen ustedes, en las calles y plazas de España, un día sí y otro también, manifestaciones que, como ha titulado el diario italiano Corriere della Sera, son «indignas de un país civilizado».