No es verdad 796 - Alfa y Omega

Yo, también; también tengo mi propia opinión sobre esa reforma y sobre otras muchas más que anuncian nuestros políticos, tanto los que están ahora en el Gobierno como los que estaban antes y ahora están en la oposición. En el mismo periódico, Caín ha pintado, en otra viñeta, a un españolito, con cara de entre cabreado y perplejo que proclama: «Me podéis quitar todo, menos la capacidad de sorpresa». No me negarán ustedes que en este querido y viejo país llamado España vamos de sorpresa en sorpresa. Bendita sea la protección al todavía no nacido que parece clara en la nueva Ley, que se sigue llamando de interrupción del embarazo —ya me contarán ustedes lo que sigue después de la interrupción—. El hecho es que, en los últimos cinco años, 16.133 seres humanos que tenían todo el derecho a venir a este mundo fueron abortados a causa de malformaciones. Como buscan eufemismos para todo, a esa barbarie la llaman aborto eugenésico, lo cual no es otra cosa que la expresión más brutal e intolerable de una sociedad moralmente enferma, a la que lo que únicamente parece interesarle es el bienestar. Hay señoras diputadas del Partido Socialista que, ante el mero anuncio del ministro de Justicia, según el cual desaparecería el llamado aborto eugenésico, se han echado las manos a la cabeza y se han rasgado las vestiduras diciendo que semejante ley «acaba con la sociedad del bienestar». Oigan ustedes: ¿del bienestar de quién, tal vez de la criatura desgarrada y aniquilada en el vientre materno? O ¿ese bienestar no les interesa a esas señoras? Argumentan también, cómo no, lo «asumido que tenía la ciudadanía» semejante progreso social. Aquí, esa cosa que llaman la ciudadanía —y que Juan Manuel de Prada ha definido tan certeramente como las masas cretinizadas— tiene asumidas últimamente tantas barbaridades que así nos luce el pelo.

Aquí tenemos algunos jueces y magistrados que ponen en libertad a asesinos confesos y a sus cómplices, algunos jueces y magistrados que ofenden a la justicia y al sentido común, y los periódicos del régimen no pueden disimular su alborozo y lanzan las campanas al vuelo, a doble página, y hablan de jueces conciliadores. Luego no entran a analizar qué es lo que concilia, ni si lo que concilia es conciliable, pero el título ya ha sido adjudicado. Y en las tertulias sapientísimas y deslumbrantes los tertulianos no paran de hablar de «jueces conservadores y jueces progresistas, de jueces de derechas y jueces de izquierdas»; pero, por Dios bendito, ¿alguna vez será posible hablar, en este país, de jueces a secas, sin más y sin menos?

Mutatis mutandis, es lo que viene a pasar también en la insolidaria Europa de hoy, en la que esa lumbrera llamada Draghi, que preside el Banco Central Europeo, declara a Le Monde que la función de ese Banco es mantener la estabilidad financiera; pues si el hecho de que Alemania, Holanda, Austria, Finlandia y Dinamarca se puedan financiar a un precio cinco o seis veces menor que España, Italia, Portugal y Grecia, es estabilidad financiera, venga Dios y lo vea. A este paso, la Europa de primera y de segunda, la Europa a dos velocidades está al caer, si Dios no lo remedia. Claro que, si nuestros gobernantes no se deciden a reducir el gasto público, por ejemplo en las insoportables Autonomías, alguien vendrá de fuera que acabará haciéndolo y el sambenito histórico le quedará para siempre al que pudiéndolo hacer no lo hizo. «¡El PP se queda solo!», amenazan los titulares de los periódicos; pero es una copla viejísima, tanto en la historia de España como en la de los demás países, esa que reza así: «Mejor solo que mal acompañado». Poco ayudan, aunque digan que sí de boquilla, los rubalcabas que, de obra, hacen lo contrario de lo que dicen: «Rajoy no ha conseguido crear empleo», denuncia a todo trapo. Pues usted, en ocho años no sólo no lo consiguió, sino que batió el récord de los 5 millones de parados. Y si el Estado tiene que destinar, el próximo año, un tercio de su presupuesto a pagar la deuda, ya me contarán ustedes el sentido que tiene la subvención perpetua o el dar ni un euro a cualquier Comunidad Autónoma que no demuestre plena lealtad y solidaridad con los demás. ¡Que los aires sean otros, tras el feliz descanso veraniego que les deseo!