Como cada año, en estas fechas celebramos la Navidad. Las personas en proceso, sus familias, el voluntariado y el personal profesional celebramos juntos que están naciendo de nuevo.
Cuando hacemos la fiesta en cada uno de los recursos, en la que decimos cómo hemos llegado aquí, cómo estamos y qué nos queda por construir, es emocionante ver las caras de quienes relatan que, por primera vez, van a vivir una Navidad en paz, en familia, sin esconderse de nada ni nadie. Para muchas de las personas en proceso, es su primera Navidad. Para muchas de sus familias, es la primera Navidad sin temor.
Además, hay en los ojos de unos y otras un brillo que refleja lo que sienten por dentro: ilusión, esperanza, ganas de seguir en conexión a ese sentimiento que, en muchas ocasiones, es tan nuevo como la celebración de la Navidad.
En estos días, en esta buena gente suele predominar la alegría de la familia, las ganas del encuentro, de la reconciliación, del perdón y del agradecimiento. En estos días también hay un relato de las cosas vividas y por vivir; el reconocimiento de errores, de omisiones, desencuentros, conquistas, soluciones, y también propósitos de hacerlo mejor. De encontrar, por fin, luz a los días.
Una noche de esta semana asistía a una de las comidas y cenas que tenemos con los chicos y chicas en proceso en estas fechas. Y escucharles expresar el amor, los cuidados y la esperanza que sienten porque alguien cree en su recuperación, cómo se sienten en familia también en el programa… hace que sean momentos llenos de emoción y reconocimiento.
Navidad tiene la misma raíz de nacimiento. Y en Proyecto Hombre podríamos celebrar el milagro de la vida cada mañana, cuando abrimos las puertas y entran personas con ganas de lograrlo, con historias de fracaso pero con la confianza de que pueden nacer a otra vida. Podríamos celebrar la Navidad con cada persona que decide emprender el camino de su recuperación. Celebrar eso… y todo un año por estrenar.
¡Feliz Navidad!